[Satire]. Las sátiras latinas de Quinto Settano (Ludovico Sergardi, 1670-1726) aparecieron en primera edición el año 1696. Pero ya se habían publicado separadamente y circulaban asimismo manuscritas, acogidas con particular curiosidad por sus contemporáneos, los cuales si no consiguieron descubrir la personalidad que se ocultaba bajo el pseudónimo de Quinto Settano en cambio pudieron identificar inmediatamente a Filodemo, principal blanco de las sátiras, con Vincenzo Gravina.
No es fácil conocer cuáles fueron los motivos que indujeron a Sergardi a arremeter contra la Arcadia; ciertamente el odio debía ser bastante violento si podía ver en él encarnados los más horrendos vicios. Las acusaciones que repite se refieren a la incredulidad y la hipocresía, y sobre estos dos motivos se basa toda la segunda sátira, una de las más ingeniosas, en la que Settano, siguiendo la pauta de Horacio, imagina que Filodemo le encuentra mientras se halla camino del bosque Parrasio y aunque no le conoce más que de vista, le expone sus impías doctrinas sobre la «luz universal» y le da consejos de dudosa moral para poder orientar felizmente la vida. Los mismos conceptos reaparecen en las sátiras IV, IX, XII, en las que Settano, con un látigo juvenalesco, reprocha a Filodemo que viva como un parásito y adulador al lado de los poderosos, sembrando la discordia, acusando a los enemigos inocentes, y corrompiendo a la juventud engañándola con apariencias de sabiduría, de doctrina y de virtud. En otros momentos el ultraje es más abrumador y el sermón asume el carácter de libelo difamatorio: todo es reprochado a este triste personaje, desde su ínfimo origen hasta su obscena figura afeada por el «morbo campano» y una hernia gigantesca, desde las más abyectas pasiones a la sordidez de la persona y de sus hábitos. Siempre posee la habilidad de alternar la caricatura con el cruel sarcasmo; de este modo, el sermón se salva oportunamente de la vulgaridad y de la monotonía.
Así, la sátira V es muy viva, y recoge la animada conversación de algunos ociosos reunidos en un café de la plaza Navona, quienes después de haber hablado de las novedades políticas y bélicas, empiezan a discutir en pro y en contra del susodicho Filodemo; y la conversación ofrece oportunidad al poeta para exponer sus opiniones sobre literatos y artistas de su tiempo. Original en su idea es la XII, en la que Settano, chistosamente, previendo la notoriedad que sus Sátiras gozarán en la posteridad, a la que servirán como textos escolares, entabla un diálogo entre maestro y discípulo, que le permite trazar la biografía de este Filodemo andrajoso, calabrés famélico, que llegó a Roma en busca de fortuna. Muchas veces la sátira se aleja del campo personal y se extiende en una visión más amplia de la sociedad contemporánea; Settano se lanza entonces contra los señores que malgastan los patrimonios heredados, contra la decadencia de las familias, contra las malas costumbres del mundo femenino y contra la corrupción del clero. Sátiras éstas, por consiguiente, a las que debe reprocharse la excesiva e impetuosa pasión personal, pero que encierran gran valor como documento de la vida romana de fines del siglo XVII, a las cuales la penetrante agudeza y la agradable variedad de tono han permitido conservar hasta hoy día intacta su fragancia.
T. Momigliano