Obra del poeta nicaragüense Rubén Darío (Félix Rubén García Sarmiento, 1869-1916), publicada en Buenos Aires en 1896. Es quizá la obra maestra de la poesía de Darío, y en ella se encuentra claramente definido el estetismo mórbido y atormentado conocido con el nombre de modernismo.
Esta colección se divide en cinco grupos de composiciones: «Prosas Profanas», «Varia», «Recreaciones Arqueológicas», «Dezires, layes y canciones», «Las ánforas de Epicuro». En las «Baladas preliminares», indica, el autor la suprema ambición de su poesía: «Como cada palabra tiene un alma, hay en cada verso, además, de la armonía verbal, una melodía infinita». Una melodía infinita en la que convergen, según se ha dicho, «la violenta y desesperada crisis romántica: la geometría marmórea del Parnaso y las explosiones sensoriales del Simbolismo». Verlaine, a quien está dedicado el sentido epicedio «Responso a Verlaine» («Padre y maestro mágico, liróforo celeste…») es el poeta que mejor puede ayudarnos a comprender esta poesía, ofreciéndonos además los términos para una comparación.
Darío recoge los motivos más conocidos: la nostalgia de los parques setecentistas, los abates galantes, las marquesas crueles, los vizcondes rubios, las elegancias a lo Watteau («Era un aire suave»). La búsqueda de la expresión se hace sobre la línea musical que da a las palabras, aparte de su sentido lógico, un gran valor sugestivo («Sonatina», «Sinfonía en gris mayor», «Bouquet», «Mía», «Dice mía», «Heraldos»). El helenismo a la manera de los parnasianos se expresa en idilios de un virtuosismo espléndido y artificioso, donde lo pintoresco de Gautier se funde con el relieve escultural de Bainville y de Leconte de Lisie («Coloquios de los centauros», «Friso», «Palimpsesto», etc.). A las evocaciones clasicistas se unen imágenes hispánicas de un precioso y refinado colorido («Elogio de la seguidilla», «La gitanilla», «Cosas del Cid», etc.).
Los «Dezires» modulan en los metros arcaicos de los Cancioneros castellanos (v.), sentimentales y decadentes letanías de una sensibilidad discreta y penetrante. «El cisne» anuncia una de las imágenes heráldicas del poeta. En el último grupo, «Las ánforas de Epicuro», triunfa la suntuosa retórica de Darío, su refinado mitologismo, el paralelismo místico y pagano. Con Prosas Profanas la poesía de lengua española sale de la minoría académica y vuelve a hablar el lenguaje universal de un Góngora; un lenguaje de espíritus esencialmente musicales, del que deriva toda la moderna poesía hispanoamericana.
C. Capasso