Pobres Ricos, Mór Jókai

[Szegény gazdagok]. Tí­tulo de dos novelas del escritor húngaro Mór Jókai (1825-1904), publicadas en 1860 la primera y en 1890 la segunda. Las dos novelas no tienen ninguna relación entre sí, aparte el tema común y la misma dis­posición espiritual del autor.

En la prime­ra, Henriette Lapussa ama a un joven ge­neroso y honrado, pero pobre: Szílard (Constantino) Vámhidy. Pero su abuelo, el riquísimo Demeter (Demetrio) Lapussa la obliga a casarse con el barón Lénárd (Leo­nardo) Hátszegi, aventurero brutal y rico. Lentamente el lector va sospechando que el jefe de una banda de forajidos llamado Cara Negra no es otra persona que el ba­rón. Pero esta sospecha no será nunca certi­dumbre absoluta, ya que cuando Cara Ne­gra se da cuenta de que no podrá escapar del círculo en que Vámhidy, jefe de la poli­cía secreta, le va estrechando poco a poco, se pega un tiro en la boca, desfigurándose por completo.

Alrededor de los protagonistas principales Jókai dibujó una multitud de personajes y campesinos rumanos, especial­mente las mujeres codiciadas por el don Juan transilvano (Anica y Marióta), y el anciano Lapussa, avaro egoísta y caprichoso. La segunda novela (A gazdag szegény ek) es obra completamente distinta. Habiendo sido acusado en un libro de crítica de que no era bastante realista, Jókai quiso demostrar que sabía inspirarse también en ambientes pobres y modestos. La condesa Amelia es abandonada por su novio, por fútiles moti­vos. Su desilusión es demasiado grande y humillante para admitir resignación y expe­dientes. Amelia abandona su casa aristo­crática, su nombre y después de una breve crisis moral, se hace bordadora alojándose en una humilde casa de los arrabales de Pest.

Aquí llegará a ser el ángel tutelar de sus pobres coinquilinos y objeto de ad­miración de un policía, János (Juan) Pacal, de extracción popular, con el que ella al final se casa, quitándose de este modo toda posibilidad de regresar al mundo que aban­donó. Los pobres, por lo tanto, pueden ser «ricos», y los ricos a menudo son «pobres»… A pesar de la intención de describir un ambiente modesto, la novela no salió «rea­lista» en el sentido sombrío y pesimista de la palabra. El temperamento romántico del autor le mantenía alejado del «fumier épique» de tipo zoliano y también A gazdag szegények acaba con una profesión de fe en el poder del amor, y en la victoria de la voluntad y del bien.

G. Hankiss