Pequeños Poemas En Prosa, Charles Baudelaire

[Petits poèmes en prose]. Obra de Charles Baudelaire (1821-1867), la cual, según la intención del autor, debía ser publicada con el título Le Spleen de Paris.

Compuesta en los últimos años de la vida del poeta (según parece estaba ya terminada en febrero de 1866), no fue publicada hasta el 1868, en la edición de sus obras hecha por Gautier y Asselineau. Consta de cincuenta prosas poéticas más la dedicatoria (a Ar­sène Houssaye) y un epílogo en verso. En la dedicatoria el autor se remite, como es sabido, al ejemplo del «famoso» Gaspar de la noche (v.) de Aloysius Bertrand; pero muestra plena conciencia de inaugurar un género nuevo: «¿Quién de nosotros en sus días más ambiciosos, no ha soñado el mila­gro de una prosa poética, musical sin ritmo ni rima, blanda y delicada, y lo bastante sentida para adaptarse al movimiento lírico del alma, a las ondulaciones del fantaseo, a los sobresaltos de la conciencia?» Fun­dándose en esta idea, con consumado y delicadísimo arte de prosista, Charles Bau­delaire nos dio una serie de páginas que se podrían llamar renovaciones y medita­ciones criticomorales de los temas líri­cos más solemnemente cantados en las Flo­res del Mal (v.). A este propósito ya se ha hecho su paralelo con ciertas prosas de Leopardi.

Pero aquí falta la resuelta intención de alcanzar sentencias de valor universal; su juicio moral es meramente sugerido, puesto en el mismo plano de la fantasía poética. En su mayoría son breves cuadros, que poetizan situaciones sin relieve: pe­queños incidentes personales del poeta, encuentros, figuras fugaces, escenas de la vida misteriosa y compleja de la gran ciu­dad, breves sueños. Todo ello bajo el signo de una melancolía penetrante y difusa que alude con una pálida y luminosa sonrisa a trágicos tormentos interiores y pensamientos mucho más graves, momen­táneamente superados. Con todo, no faltan los temas dramáticos diseñados con incisiva crueldad, que llega a la alucinada eviden­cia de ciertas páginas de Poe.

Muchos de estos poemas se han hecho célebres («L’étranger», «Le désespoir de la vieille», «Les veuves», «Le vieux saltimbanque», «Les ten­tations», «Le joujou du pauvre», «La belle Dorothée», «Les yeux du pauvre», «Portraits de maîtresses», «La perte d’auréole», «Les bons chiens»). Casi todos participan de una alta calidad poética y literaria. Por sus ambiciones estilísticas, por la voluntaria fu­sión de la inspiración poética con la reflexión crítica, por el arte de evocar, no sólo visiones poéticas, sino rigurosas opiniones teóricas, recurriendo a la sugestión esté­tica, y hasta por la arbitrariedad epigra­mática de algunos momentos, estos poemas ejercieron gran influencia en el desen­volvimiento de la poesía francesa contempo­ránea hasta nuestros días: desde los aban­donos del simbolismo a las audacias del surrealismo. [Trad, española de Pedro Van­ees (Madrid, s. a.); de Eusebio Heras (Bar­celona, 1905) y, la mejor, de Enrique Diez Cañedo (Madrid, 1920)].

M. Bonfantini

Una frase, una palabra — una sola — ex­trañamente escogida, evoca para nosotros un mundo desconocido de figuras olvidadas y, con todo, amigas; suscita el recuerdo de existencias anteriores y lejanas y nos hace presentir un coro misterioso de ideas desva­necidas susurrantes entre los fantasmas de las cosas que se desprenden continuamente de la realidad. (Gautier)

Si Victor Hugo fue el poeta del escenario de París, de sus conmemoraciones, de las grandes corrientes de ideas que invadieron a sus ciudadanos y entraron en la mezcla de su historia, si Sainte-Beuve descubrió el paisaje de los suburbios pobres y del París popular, Baudelaire ha extraído de ello su alma, un alma refinada y perversa, el alma de sus noches, el alma de su «spleen». (Thibaudet)

La obra de arte no es para Baudelaire aquel último ídolo que fue para otros; más que fin para sí misma, la perfección téc­nica es en él de segunda mano; manifiesta, por decirlo así, la perfección esencial, la del espíritu. (Du Bos)