Meir Ezofowicz, Eliza Orzesko

Novela, publicada en 1878, del autor polaco Eliza Orzesko (1842- 1910). Aunque tome el título del personaje principal, la protagonista es la comunidad israelita de una pequeña ciudad lituana, con su multitud que bulle, trafica, se agita y vo­cifera en torno a la antigua sinagoga. Dos familias se disputan la primacía del país: los Ezofowicz, ricos, inteligentes, abiertos a toda idea de progreso, deseosos de fun­dirse con la nación de la que se sienten parte, y los Todros, oriundos de España, hoscos secuaces de la Cábala, que dominan a los espíritus con la autoridad rabínica, las innumerables prescripciones rituales y el odio contra los «goim». Toda la novela gira sobre el choque de las opuestas ten­dencias; ya por dos veces, durante los si­glos pasados, la intolerancia de los Todros venció las ideas liberales de los Ezofowicz, el más joven de los cuales, Meir, repre­senta el espíritu de vanguardia, la genero­sidad, la amplitud de ánimo, la pura tradi­ción de la Torah, contra el formulismo y la obscura Cábala. Las aventuras de la no­vela se realizan, mientras se efectúan in­justicias y crímenes, y la avidez de poder y dinero, la vileza de la miseria, el fa­natismo de unos y el escepticismo de otros, se muestran más evidentes con el con­traste de la luminosa bondad de Meir, que, acusado de haber traicionado a Israel, es desterrado de la comunidad y marcha solo con sus sueños por los caminos del mundo.

Las figuras de esta novela nos re­cuerdan en tono menor las que en todas las épocas hemos encontrado en la literatura de tema judío, desde Shylok (v.) hasta Süss (v.); pero la de Meir se destaca de todas las descritas y pudiera decirse que Orzesko se inspiró para crearla en la de Nataniel de la Biblia, «en quien no existe fraude». Igual­mente ideal y noble es la muchacha amada por Meir, Golda, que comparte los sueños de redención del pueblo de Israel y paga con la vida su fiel amor a Meir. La fuerza de la narración está en el juego de los diversos tipos en los que se refleja el cho­que de las corrientes de pensamiento e in­tereses: resulta un cuadro de colorido in­tenso, donde se agita un mundo descono­cido en Occidente. Trad. italiana de Maritzka Olivetti en «La Patria» (1910).

M. B. Begey