Los Cenci

[I Cenci]. La tragedia de la familia Cenci, que fue una de las más apa­sionantes crónicas judiciales del XVI, con su fondo de violencia y de pasión, ejerció un notable hechizo en poetas, pintores e historiadores, y especialmente la protagonis­ta, la bella Beatrice (v.), en la época román­tica, fue objeto de varias tragedias y novelas.

*         La primera y más importante obra es la tragedia en cinco actos de Percy Bysshe Shelley (1792-1822), Los Cenci [The Cenci], publicada en 1819. Su argumento sigue una crónica del pontificado de Clemente VIII. Beatrice, ultrajada por su padre, monstruo de vicios y crueldades, trama con su ma­drastra Lucrezia y con su hermano Giacomo la muerte de su infame padre. Dos sicarios efectúan el asesinato. Pero los culpables son descubiertos y, a pesar de la compasión que suscita en todos la joven e infortunada Bea­trice, son ajusticiados. Tragedia de gran in­terés, no sólo por su valor intrínseco, sino también porque muestra un aspecto completamente nuevo del genio de Shelley, que aspira aquí al desprendimiento de sí mismo, a la observación indispensable para hacer vivir artísticamente a los personajes. El asunto, digno por sus tintas sombrías de la pluma de un elisabetiano, está tratado con vigor y al mismo tiempo con intencionada sobriedad. El interés de la tragedia se con­centra todo en torno a Francesco Cenci y a su hija Béatrice. Shelley ha puesto par­ticular cuidado en esta última figura, y al mismo tiempo la excepcional energía y fir­meza de carácter se van perfilando poco a poco en el drama, para afirmarse de lleno en el quinto acto, donde los diversos sentimien­tos que se alternan en su ánimo son expre­sados con apasionada elocuencia. La vio­lenta lucha interior, la tremenda resolución, la dignidad y la calma con que ella soporta las consecuencias de su acto, su íntima y profunda inocencia, su tristeza por el cruel destino que trastorna y transforma el alma gentil y serena de la joven, son los elemen­tos de que el poeta ha obtenido efectos dra­máticos, de no dudosa potencia. Shelley toca aquí una cuerda particularmente sen­sible, su romántica concepción de la mujer débil, expuesta a la maldad del mundo. Bea­trice en este sentido, es más creación lírica que trágica; hermana menor, porque es me­nos intensamente lírica, de la Emilia del Epipsychidion (v.). Esta tragedia, a pesar del vivo deseo del autor, no fue nunca re­presentada, no obstante haber obtenido des­de el primer momento de su publicación el más vivo éxito. S. Rosati

Shelley, según el gusto de aquel tiempo, ha buscado el efecto en el horror. (De Sanctis)

El único drama inglés moderno que se pueda comparar con los dramas elisabetianos. (Du Bos)

En los Cenci, Shelley es quizá fisiólogo más aún que psicólogo tratando los estados morbosos de que estuvo constantemente afli­gido: pero, en tanto, consigue un relieve muy enérgico, una sobriedad de dicción casi única en él. (E. Cecchi)

*   El mismo título, Les Cenci, dio Stend­hal (Henry Bey le, 1783-1842) a una narra­ción suya inspirada, como otras que fueron halladas manuscritas después de su muerte, o publicadas en revistas, en las crónicas ita­lianas (v. La abadesa de Castro). Animadas de una predilección evidente, por el vigor y la espontaneidad de las pasiones propias de la índole italiana y de los tiempos en que se desenvuelven, estas páginas adquie­ren a menudo un tono y un colorido de poe­ma caballeresco.

*   En 1839 fue publicada la novela histórica de Agostino Ademollo (1799-1841). Privada de todo relieve, fue probablemente compues­ta por el autor con intención polémica con­tra los abusos y las atrocidades jurídicas del siglo XVI.

*  En 1839 se publicó la tragedia Beatrice Cenci [Beatryks Cenci], del poeta polaco Juljusz Slowacki (1809-1849), que la escri­bió en París después de un viaje a Italia y una estancia en Roma. Tiene más que otra cosa el valor de una fantasía romántica y no puede contarse entre las obras mejores de Slowacki.

*  Se publicó en 1854 una refundición de la tragedia de Shelley escrita por Giovanni Battista Niccolini (1782-1861). Beatrice, des­honrada por su padre y encarcelada por él con su madrastra en un castillo, es ajena al asesinato de su padre, preparado por su hermano Giacomo, y por Orsini y perpe­trado por los sicarios Olimpo y Marzio. Acu­sada por Marzio, que intenta salvarse, Bea­trice es condenada, pese a que el homicida ha retirado la acusación, porque la noticia de la muerte de Costanza di Santa Croce, asesinada por su hijo, próximo pariente de los Cenci, induce al Pontífice, antes dispues­to a la indulgencia, a ejecutar a los acusa­dos, para liberar la ciudad de aquella terri­ble familia. Más todavía que en la tragedia de Shelley, que nos presenta como parrici­da a la joven, Beatrice es aquí la inocente perseguida por la maldad; pero el personaje está libre de todo falso patetismo por la dignidad que Niccolini ha sabido dar a su inocencia y a su desgracia.

U. Déttore

*  También en 1854, Francesco Doménico Guerrazzi (1804-1873) publicaba la novela histórica Beatrice Cenci, escrita en la cárcel. El protagonista es Francesco Cenci, mons­truo inhumano que, enamorado de su hija, intenta violarla; pero el galán de ella le sorprende y le mata. Cuando la familia Cen­ci es detenida y la joven sometida a la tor­tura, el asesino, Guido Guerri, confiesa su delito a su abogado Farinaccio. A pesar de la elocuencia de éste, la justicia papal, ate­rrorizada por los delitos y las rapiñas con que los Cenci infestaban la ciudad, condena a muerte a la joven y a sus cómplices. En este libro «engendrado», como escribió el autor, «entre lágrimas y sangre», parece que Guerrazzi haya querido exasperar más toda­vía su estilo habitualmente declamatorio y la rebusca de los pormenores atroces. Guer­razzi conocía sin duda Los Cenci de Shelley, pero no supo aprovecharse de ello ni com­prender que el poderío del arte había per­mitido al poeta inglés crear una Beatrice más culpable, pero infinitamente más pura en la ión por la poesía.

U. Déttore

Para decirlo en pocas palabras, su libro, como investigación histórica, nos parece que no tiene importancia.  (De Sanctis)

Lo horrendo, esparcido a manos llenas en todos sus libros, carece de íntima vibración; toda la obra rebosa declamaciones y abun­da en espantosas descripciones; es más bien un horror de cabeza y no de corazón, una invención de cosas terribles no inspiradas por auténtico terror del alma. (B. Croce)

*   La trágica y turbia suerte de la familia Cenci había de interesar también a la fe­cunda fantasía de Alexandre Dumas padre (1803-1870), quien con este argumento com­puso una narración, Cenci, poco conocida porque casi siempre se excluye de las re­impresiones de sus obras.

*   La biografía histórica de Corrado Ricci (1854-1934), publicada en 1923, encuadra la figura de la protagonista en la historia de su familia; gente lujuriosa, violenta, pronta al delito y al ultraje y segura de la impu­nidad. Relegada con su madrastra Lucrezia Patroni, a la fortaleza de Petrella del Salto, por su padre, quien por avaricia quiere hacerla monja, Beatrice, ávida de amor y de vida, halla en el carcelero Olimpio Calvetti, bello y fuerte, que ha vuelto de la batalla de Lepanto y de la guerra de Portugal, el amante y el hombre capaz de librarla de su padre, vicioso y malvado. Ella se convierte en alma de la conjura a la cual serán arras­trados la madrastra de Beatrice, su hermano Giacomo y Marcio Catalano, hombre del pueblo. Francesco Cenci es ferozmente ase­sinado, y su muerte se achaca a desgracia; pero demasiados indicios pesan sobre los asesinos y la voz pública los señala a la des­piadada justicia de Clemente VIII, quien condena a muerte a Lucrezia, a Beatrice y a su hermano Giacomo. El mismo día de la muerte de Beatrice, tuvo principio la le­yenda que hizo de ella una mártir. El autor después de haber reconstruido con todos sus pormenores la escena del suplicio, evoca aquella sugestiva oleada de piedad popular, como conclusión de una tragedia en que to­dos los personajes están encerrados dentro del círculo de una feroz ley de vida bajo el signo de la implacable fatalidad. Otras bio­grafías son las de I. Ranieri, publicada en el año 1909, y de Montenovesi, editada el año 1928.

P. P. Addoli

*   Con el título de Beatrice Cenci, Giusep­pe Rota compuso una ópera lírica que fue representada en 1863. Una balada sinfónica con el título de The Cenci fue compuesta por John David Davis (nació en 1869), y Ludomir Rózychi (nació en 1883) es autor de otra ópera Beatrice Cenci, estrenada en 1922.

*   En pintura son célebres el retrato de Beatrice atribuido a Guido Reni (1575-1642) y La Cenci llevada al suplicio, de Paul Delaroche (1797-1856).