[Fridolins visor). Recopilación poética del sueco Erik Axel Karlfeldt (1864-1931), publicada en 1898. Con estos cantos, publicados tres años después en los Cantos selváticos y de amor [Vildmarksoch kárleksvisor, 1895], donde resuenan ya sus motivos fundamentales, la poesía de Karlfeldt dio por vez primera la plena medida de sí misma, en forma y en tono más propios. Bellman había atribuido a Fredman sus Canciones y sus Epístolas (v.); siguiendo sus normas, Karlfeld atribuyó sus cantos a Fridolin. El retrato de Fridolin lo hallamos perfecto en el «Canto después de la cosecha» [«Sáng efter skordeanden»], una canción de baile, es decir de entonación popular, que, sin embargo, alcanza, con la reflexión, esa distancia que es el signo de la distinción. Durante la fiesta que tiene lugar después de la cosecha, Fridolin baila, lleno del dulce vino y de la melodía del vals. Pero está también lleno del vino de los recuerdos; recuerda al padre y al abuelo que duermen en aquella noche de fiesta, y que también en el mismo lugar, bailaron antaño al sonido de un rústico violín. Fridolin es su descendiente directo; como ellos habla en estilo aldeano con los aldeanos; pero también es fino y sabe discurrir con los doctos en latín. Como ellos, espera la cosecha, se alegra con el granero colmado, levanta a lo alto a la muchacha ante el rojo plato de la luna otoñal. Popular, pues, en el asunto y en la entonación inicial, el canto pasa naturalmente al recuerdo y a la meditación; por ello es popular y docto al mismo tiempo; refleja una poesía que se nutre de los zumos de la tierra, que acoge incluso motivos y formas aldeanas, pero transformando aquéllos con la memoria, ennobleciendo éstos con la maestría artística; por ello es culta en su popularidad, distinguida incluso en su sabor de tierra; sobria y austera como la que nace de la piedad de los recuerdos, de un afecto púdico de la patria chica.
Este estilo se encuentra en las más bellas composiciones. Sencillamente popular es también la «Marcha de los trabajadores de Dalecarlia» que vuelven al país después de los trabajos estivales [«Dalmarsch»]. Es -la popularidad que nace de un estilo completamente calcado sobre la tradición, y, sin embargo, vivo, de un sentimiento extremadamente sencillo: la alegría que todos sienten al volver a ver su país, con los doblones que bailan en los bolsillos y la expectativa de una fiesta alegre, que precisamente por dicha sencillez parece un movimiento del alma colectiva. Por esta feliz penetración en el sentimiento y las formas colectivas y tradicionales, la «Marcha» está en el límite extremo hacia lo popular. Por otro lado, hay composiciones que reflejan un sentimiento más individual y complejo, con formas más severas y nobles hasta alcanzar la solemnidad de un himno. Es el caso del «Himno a la luna en la feria de San Lamberto» [«Mánhymn vid Lambertsmássan»]. También hay aquí, algunos detalles locales y de paisaje nórdico, empezando por el título, que une atrevidamente una palabra tan docta, que indica una forma literaria tan universalmente solemne, a una composición tan humilde en su campesina individualidad de nombre propio. Pero luego, inevitablemente, el discurso poético está entretejido de imágenes cósmicas («Tu potencia está en el seno de las mujeres, / tu potencia en los frutos del mar. / Tu potencia está en las almas…»), del tono solemne, hierático («Una diosa, en verdad, me pareces, / y yo el sacerdote oficiante»; / «Toda la tierra, ¡oh reina otoñal!, / con sus frutos canta tus alabanzas»).
V. Santoli