[Arcana coelestia]. Obra de ocho volúmenes del pensador místico sueco Emanuel Swedenborg (1688-1772), publicada en Londres, de 1747 a 1758. Es la primera expresión de su sistema teosófico, cuyas etapas sucesivas fueron: en 1758 Del cielo y del infierno vistos y oídos [De coelo et inferno ex auditis et insis], y en 1771, en forma definitiva, La verdadera religión cristiana [Vera christiana religió]. La obra trata de las condiciones de la vida futura basada en la experiencia de lo que el autor «vio y oyó» durante trece años, en los cuales «disfrutó de la compañía y de la conversación de los ángeles como un hombre entre otros hombres». El objetivo principal de Los arcanos celestes radica en exponer el sentido íntimo espiritual del Génesis (v.) y del Éxodo (v.). Los primeros capítulos del Génesis son un fragmento de un antiguo mundo y tienen un significado no histórico sino alegórico (Adán significa la Iglesia más antigua y el Diluvio su disolución; Noé, la antigua Iglesia caída en la idolatría y sustituida por el Judaismo).
El sentido espiritual impregna todas las Escrituras, con excepción de algunos libros que tienen un valor natural de edificación; y son leídas en el Cielo en su sentido espiritual, sin relación con escenas y sucesos de la vida terrena. Dios es amor y sabiduría: su providencia vela sobre todas las criaturas, y durante su existencia terrenal las circunda de todos los cuidados para prepararlas a la mejor eternidad, pero sin violar su libertad. No condena a ninguna de ellas y trata incluso en el Infierno de dulcificar la suerte que ellas mismas se han asignado: porque la ordenación divina sólo permite el ingreso en el cielo a las almas arrepentidas y más o menos accesibles a la influencia celestial. El germen de la salvación puede desarrollarse en la otra vida; pero si el hombre está confirmado en el mal en el momento en que termina su prueba terrena, la permanencia en el cielo le resultaría un tormento insoportable. Alcanzada la madurez de la «dispensación» judaica, Dios se manifestó en Jesucristo (que es, para él, único objeto del culto), asumiendo en el seno de una humilde virgen una humanidad pecadora: y en toda su carrera terrenal efectuó la purificación y la glorificación de la humanidad sustituyendo los elementos terrestres por una humanidad glorificada mediante la victoria sobre las tentaciones que la asaltaron, pero sobre todo por el suplicio de la cruz. La muerte de Jesús no fue una expiación, sino el triunfo definitivo de la luz sobre las tinieblas, la derrota de los poderes del mal. No existiendo «pecado original» no había motivo para la redención. La fe, más que la inmolación de la razón humana ante lo incomprensible, es una creencia basada en el amor, mediante el cual el alma tiende hacia su salvador con su pensamiento y con su sentimiento.
Durante su contemplación de los «arcanos celestes» en 1757, Swedenborg fue espectador, en el mundo de los espíritus, del «Juicio final» con que se inauguró la nueva «dispensación» de la «Nueva Jerusalén» anunciada en el Apocalipsis.. Entre los detalles de sus visiones figuran los tres cielos, a los que corresponden tres infiernos: todos aquéllos cuyo principio animador de vida haya sido en la tierra el amor de Dios y del hombre, van, después de la muerte, al Cielo; aquéllos en quienes ha dominado el egoísmo, al Infierno. No existe resurrección de la carne. Todos los ángeles han vivido en la tierra como hombres o mujeres; y viven en el cielo como una especie de cuerpo fluido, en una sociedad familiar y civil, casi como una réplica de la terrenal, pero con una felicidad y gloria inefables. Hay un estado temporal intermedio, después de la muerte: el Mundo de los Espíritus, donde los buenos son purificados y los malos desenmascarados de su falsa bondad. Sólo Dios vive. Y la presencia de Dios en el hombre y en lo creado es lo que da apariencia de vida y produce una aparente diferencia falaz entre los diversos seres, todos los cuales participan de la única naturaleza divina. Esta ley de vida explica, aunque en distintos grados, la conciencia, la libertad y la personalidad humanas, que perennemente fluyen de Dios al hombre. Los arcanos celestes, además de ser la obra más importante de Swedenborg, fue considerada como una de las más características manifestaciones del pensamiento teosófico nórdico del siglo XVIII.
G. Pioli