Poesías líricas de Giosue Carducci (1835-1907), publicadas en Pistoia en 1868, revisadas y ordenadas por el autor en la edición de 1881, suprimiendo una parte de aquella «mercancía mixta» que navegaba a la sombra de aquel título, e incluyendo solamente los versos escritos entre 1861 y 1867; reordenadas, en fin, por tercera vez en la edición completa de las Poesías, en la cual acompañan a los Juvenilia (v.) y comprenden los versos escritos entre 1801 y 1871.
Los Levia Gravia, más tarde severamente juzgados por Carducci («se ve en ellos al hombre que no tiene fe en la poesía ni en sí mismo, y, con todo, prueba; prueba la novedad, y tiene valor para romper con las costumbres»), forman el libro poético de la crisis del alma del poeta agitado por la desilusión política, después de la animosa afirmación clásico- humorista de los Juvenilia, dirigida a la búsqueda de una nueva y más precisa orientación literaria, cultural y política. Pero en los Levia Gravia, Carducci vio también el reflejo de la crisis general de las letras italianas; en efecto, era aquella época en que los italianos hacían, al decir de Carducci, una literatura «pelásgica» y él, por gusto de reacción y por medida higiénica, tomaba grandes «baños de filología», envolviéndose «en el sudario de la erudición». Del clima psicológico y literario de los Levia Gravia son índice característico un pequeño grupo de poesías, y particularmente el «Congedo» («La despedida»); asoman en ella los medios tonos, desconsolados, la aspiración elegiaca, una innegable languidez patética de la intimidad romántica leopardiana: «Addio serena etade/che di forme e di sogni il cor s’appaga;/o primavera de la vita, addio!».
Leídos después de Juvenilia, los Levia Gravia dejan la impresión de un mundo poético, disgregado en la variedad discorde de los tonos y los temas; el humanismo poético ya no animado por el gozo de la conquista y de la polémica antirromántica, se estiliza en la elegancia amaneradamente bella de los «Poeti di parte bianca» o prueba infelizmente la poesía de entonación social, como el «Carnevale», o patriótica como «Per la proclamazione del regno d’Italia»; la técnica es a menudo poco ágil y literariamente desnuda. Una sola poesía, «Aspromonte», resalta vivamente entre las demás; en ella la pasión política rompe la envoltura literaria y deja sentir el silbido de la bala del mosquetón que, como dijo Mazzini, al herir a Garibaldi, disolvió el pacto de 1859. El episodio de Agromonte hizo desvanecerse, como niebla al sol, el colorido monárquico de la idealidad patriótica carducciana; con «Agromonte», poesía candente y violenta en el tono de los Yambos y épodos (v.), Carducci se muestra ya dispuesto para convertirse en el bardo del partido de acción, el jacobino democrático, el asertor violento, frente al problema de Roma, de una política animosa reflejada en una visión heroica de la historia de Italia.
D. Mattalía