Las Argonáuticas, Apolonio de Rodas

Poema épico en cuatro cantos en hexáme­tro, compuesto por Apolonio de Rodas, poe­ta griego de la época alejandrina (295 ha­cia 215 a. de C.) discípulo de Calimaco, que pasó la mayor parte de su vida en Alejandría, su ciudad natal y en Rodas. Es obra juvenil de Apolonio y fue publi­cada en dos distintas ediciones, la primera en Alejandría la segunda en Rodas donde Apolonio se refugió porque estaba enojado con sus conciudadanos, que no habían mos­trado por el poema la admiración que él esperaba. Con la publicación de las Argonáuticas el poeta toma posiciones en la dis­cusión encendida entonces entre los doctos de Alejandría, acerca de si un poema épi­co podía satisfacer o no las nuevas exi­gencias de los tiempos. Estudioso profundo y apasionado de Homero quiere difundir la poesía netamente épica con la de su época, predominantemente lírica, y más amante del cuadrito refinado de género, que de la vasta representación épica; pero no consi­gue fundir en unidad orgánica los elemen­tos dispares de que consta su poema; épica de imitación homérica, lírica amorosa y minuciosa, análisis psicológico, descripción fantástica y a la vez minuciosa de viajes y aventuras.

El argumento del poema, que comprende en conjunto 5.835 hexámetros, es la expedición de Jasón y los Argonautas para la conquista del vellocino de oro, cus­todiado por un terrible monstruo que no cerraba nunca los ojos al sueño, en un bosque consagrado a Marte en la Cólquida, reino de Atea. Los dos primeros libros es­tán más estrechamente ligados entre sí, y después de una invocación a Febo y una larga y monótona reseña de los héroes que toman parte en la expedición se narra la partida desde Argos, de los héroes del desembarco en Cólquida, con las diversas vicisitudes del viaje, como el desembarco en Lemnos, el rapto de Hilas por las nin­fas, la liberación de Fineo de las arpías, y el paso por las Simplégades. El tercer libro comienza con una nueva invocación a la musa Erato y narra con calor de ins­piración y finura y eficacia de representa­ción psicológica el encenderse de la pasión amorosa de Medea (v.) por Jasón (v.); la de Medea, tierna joven, afectuosa, senti­mental y sin duda la figura mejor repre­sentada del poema, y, admiradísima en la antigüedad, ha sido en parte, entre otras cosas, la inspiración de la Dido (v.) virgiliana. El libro IV narra el venturoso regre­so de los argonautas por el mar Negro, los ríos Istro, Erídiano, Rodío, las Sirtes y la isla de Creta; y aquí «Apolonio cedió al amor por lo aventurero y fantástico, carac­terístico de su época, y estudió cuidadosa­mente y sacó mucho material de las obras eruditas de geógrafos, mitógrafos e historia­dores.

En todo el poema de Apolonio, por lo demás, el estudio y la erudición predo­minan sobre la inspiración; el interés por la tradición mística, la exactitud en todos los detalles al reproducirla, preocupan al poeta más que la evidencia de la verdadera acción épica que está muy poco desarrolla­da; los caracteres de los héroes, aunque sean trazados a veces con toque acerado, están en conjunto bastante lejos de la plástica evi­dencia de los caracteres homéricos; la in­tervención continua de los dioses que a su vez no tienen ningún relieve particular, quita toda grandeza a la acción del prota­gonista Jasón. Cuando la poesía desciende de la altura heroica de la epopeya para acercarse al idilio y a la elegía, adquiere sentimiento y calor y comprendemos que la lírica era ciertamente la verdadera ex­presión poética de la época alejandrina, y que también Apolonio, aunque deliberada­mente había escogido el género épico, quedó ligado a ella. Y entonces tenemos los ras­gos verdaderamente bellos y sentidos que muestran en el poeta un alma apasionada y sensible, como la descripción del amor de Medea y la célebre descripción de la noche, imitada de Virgilio, en el III canto; el saludo de Jasón a su madre, y la bota­dura de la nave Argos en el I; la libera­ción de Fineo en el II. El lenguaje y las comparaciones de Apolonio están en gran parte sacadas de Homero; pero a menudo las comparaciones como en general las descripciones de la naturaleza, tienen un particular y nuevo aspecto romántico que el poeta obtiene también en parte de la lírica eólica.

Las Argonáuticas fueron muy admiradas en la antigüedad y hallaron nu­merosos comentadores entre los griegos, e imitadores especialmente entre los latinos: Varrón Atacino, poeta de la época cesariana, las tradujo al latín, Virgilio las tuvo presentes sobre todo en la composición del IV libro de la Eneida (v.). [Trad. esp. en verso por Ignacio Montes de Oca y Obregón (Ipandro Acaico) (Madrid, 1919-1920)].

C. Schick

Obra que no es de despreciar; de una mediocridad en cierto modo constante. (Quintiliano)

*    Cayo Valerio Flaco (V. d. de C.) tomó Las argonáuticas por modelo de su homóni­mo poema acerca de la expedición de los argonautas, escrito hacia el 70, y dedicado al emperador Vespasiano. Las argonáuticas de Valerio Flaco se interrumpen en el ver­so 467 del octavo libro y por lo tanto fal­tan: el asesinato de Absirto, el regreso de los argonautas y la traición de Jasón. Como su modelo griego, el poema latino es de estilo homérico, frío y artificioso, pero no privado de verdaderos méritos descriptivos y patéticos. Valerio Flaco siguió los pasos de los cuatro libros de Apolonio abre­viando libremente sus partes. Hay en el ro­mano más unidad lógica de disposición y mayor relieve de los caracteres. Medea está bien representada, trágica en su loca pa­sión; pero en su conjunto tampoco hay aquí verdadera inspiración épica, sino un frag­mento de episodios líricos, que tienden a la elegía lacrimosa y quejumbrosa, que ha­bía hecho más fácil de realizar la expe­riencia ovidiana. Virgiliano en la hechura del verso, pero de un Virgilio menor y su­jeto a cánones helenísticos, Valerio Flaco es el verdadero discípulo de los grandes elegiacos romanos, especialmente por la pintura de los caracteres femeninos y la introspección psicológica de los fenómenos humanos, de las crisis de conciencia y del erotismo morboso (v. Medea y Jasón).

F. Della Corte