La Vida es sueño, P. Calderón de la Barca

Drama en verso

Por ciertos horóscopos, en los que es un experto, el rey Basilio de Polonia tiene cono­cimiento de que su hijo Segismundo, que acaba de na­cer, será el más impío de los tiranos. Hace creer enton­ces que ha nacido muerto y lo manda encerrar en una torre entre las montañas, al cuidado del ayo Clotaldo. Se­gismundo crece salvaje e inculto, desconocedor de sus orígenes.

Solamente el encuentro con la hermosa Rosau­ra (que anda en busca de un caballero que le sedujo) le proporciona una experiencia de belleza y de dulzura. Pero, antes de excluir definitivamente al hijo de la suce­sión, Basilio quiere someter su carácter a una prueba y lo manda traer a la Corte, adormecido por un narcótico. Segismundo, asombrado e incrédulo, es informado de su verdadera identidad, pero dado que no es todavía una persona espiritualmente cultivada, sino esclavo de los ins­tintos, se muestra soberbio, violento y prepotente: tan sólo Rosaura (que ha llegado a la Corte porque allí se en­cuentra el amante que la abandonó) consigue aplacarlo, inspirándole el sentimiento de amor.

Fracasada la prue­ba, Basilio lo manda llevar de nuevo, siempre adormeci­do, a la torre donde creció. Al despertar, Segismundo cree que todo ha sido un sueño, pero puesto que el sue­ño no era menos verosímil que la realidad a la que ha re­gresado, entonces éste debe ser también una ilusión. Tie­ne así lugar su maduración espiritual, en la convicción de que la vida misma no es más que un sueño, del que sólo se despierta con la muerte y del que sólo es posible con­servar el patrimonio del bien llevado a cabo.

Cuando Ba­silio abdica en favor de sus sobrinos, la infanta Estrella y Astolfo, duque de Moscovia, una revuelta popular li­bera a Segismundo poniéndolo a la cabeza del ejército que se opone al rey. Una vez que han sido derrotadas las fuerzas de Basilio, Segismundo se somete humildemente a su padre, recibiendo su reconocimiento; obliga al se­ductor Astolfo a casarse con Rosaura; y él mismo se casa con Estrella, inaugurando el reino de la justicia y de la prudencia.