La Reina Victoria, Giles Lytton Strachey

[Queen Victoria]. Monografía historicobiográfica de Giles Lytton Strachey (1880-1927), publicada en 1922. El autor nos guía rápidamente a través de la larga vida de la reina (1819-1901), des­de su infancia hasta su novelesca subida al trono, desde su matrimonio hasta su muerte.

A los once años, la pequeña princesa Victo­ria, hija única del príncipe Eduardo de Kent y de la princesa María Luisa de Sajonia- Coburgo fue declarada posible heredera al trono de Inglaterra. Su madre y su tío, Leopoldo de Sajonia-Coburgo, después rey de Bélgica, velaron con amor su adolescen­cia; el capítulo que versa sobre la forma­ción de la futura reina ofrece un amable cuadro de la educación de una princesita en la corte británica de principios del si­glo XIX. El 30 de junio de 1837, la princesa, que contaba dieciocho años y era totalmente desconocida por el pueblo, sube al trono y da pronto pruebas de su voluntad indepen­diente al rogar a su madre que le permita dormir sola. La tutela materna había ter­minado; la adolescente reina empezaba a hacer valer su autoridad, una autoridad siempre consciente de sus deberes, siempre equilibrada por un sano juicio.

La reina escucha con gran atención al anciano e ilus­tre lord Melbourne, que la guía en sus pri­meros pasos, la inicia en la historia y en la política y pasa con ella horas y horas sirviéndola como consejero y secretario. Aparece después una persona destinada a ejercer sobre ella una decisiva y dominante influencia: el príncipe Alberto de Coburgo, primo suyo, con quien casará y a quien amará con profunda devoción. Las páginas de Strachey sobre este matrimonio, sobre los tiempos felices de la joven pareja real, sobre los últimos años del príncipe consorte y sobre la viudedad de la reina, bastarían por sí solas para justificar el título de «maestro de la biografía» que le fue dado. Consciente de sus deberes, la reina Victoria quiso participar siempre en los negocios de Estado.

Y a su alrededor se mueven y animan las figuras de sus consejeros y co­laboradores : el aristocrático lord Palmerston, el liberal Gladstone, el galante conser­vador Disraeli; a lo largo de la obra se va desarrollando, por espacio de doce lustros, la historia de Gran Bretaña en el siglo de mayor esplendor y de más grandeza. Toda una época toma el nombre de su reina, de la reina que tuvo un alto concepto de su misión y que fue siempre fiel a ella: «la niña, la mujer y la anciana fueron la mis­ma persona: vitalidad, consciencia, firmeza y simplicidad fueron sus cualidades hasta última hora».

G. Mira