Juanito Santa Cruz se casa con su prima Jacinta Arnáiz. En el viaje de novios él le cuenta sus relaciones amorosas con Fortunata, apasionada mujer de clase humilde. Los anhelos maternales de la estéril Jacinta inducen a ésta a adoptar al supuesto hijo nacido de aquella relación, pero tal hijo murió tiempo atrás.
Fortunata, después de un paréntesis borrascoso, vuelve a Madrid. Su aspecto es espléndido, y Juanito la buscará para reanudar su relación. Maximiliano, enfermizo estudiante de farmacia que vive con su dominante tía, doña Lupe, se enamora de Fortunata. Intentará introducirla en su mundo de clase media. Tras un período de reeducación en el convento de las Micaelas, Fortunata se casará con Maxi, dispuesta a llevar una nueva vida.
No tardará en reanudar sus relaciones con Juanito, a quien considera su verdadero hombre y de quien se cree la verdadera esposa. Coincidiendo con la Restauración borbónica, Juanito vuelve al orden matrimonial. Fortunata iniciará una relación con el ex coronel Evaristo Feijoo, quien le enseña la importancia de las apariencias y la hipocresía de las convenciones sociales. Evaristo la animará a volver con Maxi, que bordea ya la demencia.
Pero ella no puede olvidar a Juanito, y tiene la «idea» de dar un hijo a su amado para así poner de manifiesto su condición de «verdadera esposa» de Juanito. Reanudadas sus relaciones con él, Fortunata iniciará un proceso de identificación con Jacinta, que se acentúa cuando Juanito «engaña» a sus dos «esposas» con Aurora.
La identificación con Jacinta se hará total cuando Fortunata, agonizante tras el parto del hijo de Juanito, se siente pura y «mona del cielo» como Jacinta. Poco antes de su muerte, entregará su hijo a Jacinta. Maxi será encerrado en un manicomio, y Juanito sufrirá la indiferencia de su esposa, a quien ahora cree amar más que nunca. Alrededor de esta trama central se teje una serie de relatos paralelos, sostenidos sobre una rica y extensa galería de personajes secundarios.