[Musikalische Schriften], Bajo este título fueron recogidas las recensiones de Ernst Theodor Amadeus Hoffmann (1776-1822), escritas para la «Allgemeine musikalische Zeitung» entre 1810 y 1814, a cargo de E. Istel (1907) y de G. Becking (1923). Son, con mucho, las más importantes las que se refieren a obras de Beethoven y sobre todo a las Sinfonías 5.a y 6.a (v.), al oratorio Cristo en el Monte de los Olivos, a la obertura Coriolano (v.), a la Fantasía op. 80, a los dos Tríos op. 70 (v.), a Egmont (v.) y a la Misa solemne (v.).
Todos ellos son análisis técnicos, exactos y minuciosos, impregnados de admiración, aunque a veces se eche de ver una cauta reserva, especialmente a propósito de las más audaces disonancias y originalidades instrumentales. Las ideas generales antepuestas a estos análisis fueron recogidas más tarde en un capítulo de Kreisleriana (v.) y consisten, en resumen, en la afirmación del «romanticismo» de Beethoven que, para Hoffmann, significaba liberación de las trabas de la razón y de los sentidos, anhelo de infinito, ansia de lo divino inalcanzable. El arte, y en especial el de la música, responde a este deseo del alma. Por esto «es la más romántica de todas las artes; incluso podría decirse que es el único arte romántico, porque su única finalidad es el infinito… La música abre al hombre un reino desconocido, un mundo que nada tiene de común con el externo y sensible que lo rodea, un mundo en el cual el hombre se despoja de todos los sentimientos concretos para abandonarse a una inefable nostalgia». Y de este modo se da el caso curioso de que este romántico condene acerbamente una actitud típicamente romántica como es la música de programa y descriptiva, considerando que traiciona la divina indeterminación de la música llevándola a significados precisos intelectuales o sensibles.
Incluso la unión de la música con la palabra en el canto limita su ansia de infinito; por esto Hoffmann aprecia especialmente la pura música instrumental y, como excelente sinfonista, proclama a Beethoven el más romántico de los compositores. Además, entre las numerosas narraciones de Hoffmann, muchas se refieren de una manera particular a la música y son recogidas a menudo bajo el título general de Escritos musicales. Recordaremos las principales: «El caballero Gluck» publicado en la «Aligemeine musikalische Zeitung» del 15 de febrero de 1809. Es una especie de diálogo entre el autor y un misterioso personaje, que luego resulta ser Gluck redivivo. Los párrafos más importantes — además de varias consideraciones satíricas sobre la vida musical berlinesa — se refieren al momento de la creación artística, que es un «contacto con lo Eterno, con lo Inefable», arrobamiento en el mundo de la inspiración donde todas las leyes terrenales, intelectuales y sensibles pierden vigencia.
El «Don Juan» (v.) (escrito en septiembre de 1812, publicado en la «Allgemeine» del 31 de marzo de 1813), es una narración fantástica que inicia la interpretación romántica del Don Juan (v.) mozartiano. En aquella larga serie de divagaciones y narraciones que son los Hermanos de San Serapión (v.) se encuentran, entre otras cosas, un diálogo sobre la ópera entre «El poeta compositor» (parte I, cap. 3.°) y la historia «El alumno de Tartini» (o «La lección de violín», parte IV, cap. 3.°), bosquejo de un curioso tipo de fanático del violín. Una amena descripción de las costumbres de las cantantes italianas se encuentra en la narración «La corona» (o en «El trino»); mientras que «El violín de Cremona» es una trágica historia sobrenatural de inspiración típicamente romántica, donde una jovencita es conducida a la muerte a causa de su voz encantadora: voz que milagrosamente ha pasado a un violín, pero de tal manera que éste se romperá con la muerte de la joven (v. también Cuentos de Hoffmann).
M. Mila