[Scritti]. Con este título fue reunida en 1860 la producción inédita del escritor italiano Giovita Scalvini (1791-1843) por Niccoló Tommaseo. Además de algunos fragmentos poéticos, contiene extractos de sus memorias y de su correspondencia epistolar, agrupados por temas: la naturaleza, la amistad, estudios literarios, el honor, la familia, educación, destierro, últimos años. Una reordenación cronológica hubiera contribuido mejor, sin duda, a reconstruir el drama moral de aquel solitario que partiendo de un sentimiento inicial de melancolía fue inclinándose hacia una forma más aguda de pesimismo.
Según parece, su diario fue iniciado en 1808; los fragmentos transcritos se limitan, en cambio, a los años comprendidos entre 1818 y 1843, esto es, desde el momento en que Scalvini, al prestar su colaboración a la «Biblioteca italiana», se trasladó a Milán hasta la víspera de su muerte. Las páginas más vivas son aquellas en que el autor expresa su nostalgia por todo lo que había constituido el mundo de su juventud: su aldea nativa, su vasta casa patriarcal, las colinas de Brescia. Sigue su residencia en Milán cuando las desilusiones y las dificultades financieras vuelven más amarga aún su nostalgia de la tranquilidad campesina. En 1822, después de un período de encarcelamiento, comienza su destierro en Inglaterra y en Francia. Obligado a hacer de «maestrillo de lenguas, gacetillero, compilador de antologías», Scalvini se convence poco a poco de haber sentado sus aspiraciones sobre bases equivocadas, afanado en «pedir a la vida un no sé qué de incógnito que no puede dar».
La amnistía que le permite el regreso a su patria, no trae la paz a su espíritu inquieto. Encuentra su casa en decadencia y cambiadas las amadas costumbres de su tiempo: así continúa la angustia torturadora. Las partes dedicadas a los literatos ofrecen, en cambio, una breve reseña de los pensamientos que Scalvini expresó acerca de escritores y poetas que vivieron a su alrededor. Como aquí faltan sus estudios más notables sobre el Jacopo Ortis y sobre Las Gracias, su modo de valorar las posibilidades artísticas de Ugo Foscolo no puede ser tomado como juicio definitivo. Pero permite adivinar que Scalvini tiene para el cantor de Los Sepulcros escasa comprensión. Mayor estima demuestra por Niccolini, por Tommaseo, por Ugoni y por Monti, del cual, sin embargo, no puede menos que notar su mucha vanidad.
En sus poemas inacabados, El desterrado y El último canto, vuelven los motivos dominantes en su vida, pero la larga elaboración a que el poeta somete sus versos disminuye su eficacia emotiva. Scalvini fue muy a menudo comparado con Leopardi; pero, al cotejarlos, es preciso admitir que si el sufrimiento inspiró a Leopardi sus más sublimes cantos, ejerció sobre Scalvini un poder casi del tocio negativo, por cuanto no llegó a terminar ninguna obra en verso ni en prosa, descontento siempre de sí mismo y de su capacidad. Sus obras más logradas son, pues, sus Memorias, en las que, sin preocupaciones literarias, dejó que su alma se expansionara libremente.
T. Momigliano