Son 99 epigramas en trímetros yámbicos; algunos pretenden imitar los antiguos epigramas griegos, otros son meras poesías de ocasión de una cierta amplitud. Conservados en el Códice vaticano gr. 676, las poesías del bizantino Juan Mauropo (o Mauropode, «de los pies negros», siglo XI) fueron publicadas por primera vez por Bollig De Lagarde en Leipzig en 1882. Dominada por el espíritu religioso, la poesía de Mauropo tiene también algún raro matiz de humorismo, si bien su moderación rehuye la sátira abierta alejada de la índole bondadosa y conciliadora del poeta. En su primera parte, las poesías de Juan Mauropo están divididas según el género de su composición. Pero hacia el final ya no se respeta ese orden y se hallan, confusamente mezcladas, poesías de diverso tema y carácter. Los primeros veintiséis epigramas son descriptivos y de tema religioso: descripciones de figuras dé la crucifixión, de Lázaro, de varios Santos y Padres de la Iglesia. Pero no es nunca mera descripción, hay en ellos siempre la expresión de la ferviente piedad del poeta que se manifiesta ora con piadosas aspiraciones, ora con impulsos de alma llenos de misticismo y de fervor.
Del epigrama 27 al 34 son dedicatorias de libros y discursos: entre éstos, uno acompaña y describe un bello evangeliario regalado al emperador Constantino Monómaco; otro acompaña un ejemplar de los discursos de San Gregorio Nacianceno, un tercero presenta una colección de leyes, otro es una dedicatoria para el sermón pronunciado por el autor en el día de los Ángeles. Del 35 al 42 son inscripciones sepulcrales: algunas, como la compuesta para sí mismo, tiene carácter verdaderamente epigramático; pero en su mayor parte son auténticas oraciones fúnebres para dignatarios laicos y eclesiásticos en forma poética. El último epigrama de esta serie demuestra una actitud espiritual característica de este escritor profundamente cristiano, pero amante de la tradición clásica; es una férvida ora- ración a Cristo para que salve de la condenación eterna las almas de dos grandes de la antigüedad: Platón y Plutarco.
De aquí en adelante las composiciones se suceden unas a otras sin un orden preestablecido. Hay epigramas sobre santos, sobre libros sagrados, sobre reliquias; largas poesías laudatorias dedicadas al emperador y a las princesas reinantes; una sátira contra los malos poetas, adivinanzas, poesías referentes a acontecimientos de la vida privada del autor. Entre estas últimas tienen acentos de verdadera emoción el adiós a su casa vendida y el alegre saludo a la misma después de haberla recuperado. En esta segunda parte se advierten algunos epigramas enlazados unos con otros para formar cadena o ciclos, a la manera clásica. Su lengua es rica en sinónimos; el léxico, muy preciosista o rebuscado, muestra al hombre de gran cultura. Su imitación de los clásicos es moderada, sin excesos retóricos. Además de estos epigramas Mauropo escribió también muchas poesías religiosas rítmicas, esparcidas en varios códices, casi todas todavía inéditas. Son frecuentísimas las odas con acrósticos, recurso muy en boga entre los bizantinos. El poeta había comenzado también una crónica en verso, que nunca fue publicada, sino que, por lo que dice en una poesía, él mismo la destruyó.
G. M. Porru