Obra teatral del escritor español, estrenada en el Teatro Español de Madrid la noche del día 12 de abril de 1879, por el gran actor Rafael Calvo.
Dividida en tres actos, su acción se desarrolla en el siglo XIII en los castillos pirenaicos que defiende y posee el conde de Argelez. La trama dramática consiste en el amor culpable de la esposa de don Jaime, conde de Argelez, y su cuñado Manfredo, hermano bastardo de don Jaime. Mientras éste defiende heroicamente un castillo del rey don Pedro de Aragón, atacado por los franceses, la condesa se ve obligada a huir del castillo para obedecer la voluntad de su esposo que quiere salvarla a toda cosía. Manfredo, que ama locamente a la condesa, recibe orden de acompañarla.
Verdad es que el autor presenta la lucha interior que la condesa sostiene para rechazar el amor del bastardo, y su empeño en no separarse del marido para morir, si es preciso, con él defendiendo la fortaleza. Pero don Jaime, ciego de amor fraterno y de amor conyugal, pone a su esposa en brazos de su hermano. Cuando, al parecer, ha muerto don Jaime en el castillo que, por fin, tomaron los franceses gracias a la necia estratagema de un castellano que creyendo obrar bien quiso ser traidor a favor del rey aragonés impidiéndolo la caballerosidad del conde de Argelez, los amantes, retirados en su castillo, en vano tratan de olvidar su delito de amor. Hay, además, una mujer, Juana, que se ha quedado viuda porque su esposo, un escudero valiente y leal a don Jaime, ha descubierto los amores de la condesa y del bastardo y éste le ha herido en duelo empujándole con la espada hasta el subterráneo donde se encuentran las tumbas de los varones ilustres de Argelez, dejándole allí encerrado, con vida aún, hasta que se extinga. Súbitamente vuelve, sano y salvo, don Jaime a su casa; el recibimiento temeroso que le hacen su esposa y su hermano le sobrecoge.
Poco después llega el propio rey don Pedro a pasar allí una noche, y entonces la viuda de Roger, Juana, le pide justicia contra el bastardo. El rey la ofrece, contra la voluntad de don Jaime que sigue creyendo, y amando ciegamente, a su hermano y a su esposa. Pero cuando todo se descubre, es el mismo don Jaime el que pide al rey hacer por su mano la justicia: se encierra inexorablemente en el subterráneo de las tumbas con su hermano y su mujer, hasta la muerte; el bastardo se apuñala a sí mismo, don Jaime también, y sobre el cadáver de éste llora desesperada la infeliz Beatriz.
C. Conde