[The Progress of the Soule]. Breve poema compuesto en 1601 por John Donne (1573-1631), el mayor de los poetas llamados metafísicos, que no debe confundirse con el de igual título escrito por el mismo Donne como parte de la Anatomía del mundo (v.).
Está incompleto: consta de cincuenta y dos estrofas, cada una de diez versos yámbicos, nueve de cinco pies, el último de seis pies, rimados constantemente según el esquema «aabbcbbddd»; notablemente distinta, con mayor complejidad y lentitud, de la estrofa spenseriana, vagamente imitada. El poema parece escrito bajo el impulso de la indignación suscitada en Donne por la condena a muerte del conde de Essex. El poeta inserta en las doctrinas de la metempsícosis la doctrina pitagórica según la cual las almas pueden encontrarse en las plantas y en los animales, y cuenta con mucho sarcasmo y escepticismo las sucesivas trasmigraciones de un alma desde la manzana de Eva a una planta (la mandrágora), luego a un pájaro, a un pez, a un cisne, a una urraca, a una ballena, a un lobo, a un mono (el primer amante verdadero, cuyas aventuras con la quinta hija de Adán, Siphatecia, ofrecen al poeta un pretexto para satirizar a las mujeres y al amor), y finalmente a una mujer, hermana y mujer de Caín. Aquí el poema se interrumpe. El alma debía pasar así, reteniendo un poco de todos los vicios de los seres en que había reencarnado, hasta el cuerpo de la persona herética cuya vida debía ser narrada a continuación.
Esta persona no hay que identificarla con Calvino, como más tarde pretendió el mismo Donne, sino, como resulta de varias alusiones a la Luna, con la reina Isabel, representada en el lenguaje simbólico de la época precisamente por la Luna y por Diana. Naturaleza esencialmente sensual en lucha con aspiraciones espirituales de igual modo sinceras, Donne mezcla con el sarcasmo y la sátira momentos de noble indignación y de grosero realismo, no rehuyendo lo grotesco y repugnante, desembocando en la típica forma literaria del barroco, en la que, entre lo rebuscado de los conceptos y el severo moralismo, despuntan aquellos rasgos vivos y aquellas sorpresas de imágenes y de movimientos que constituyen el atractivo tan frecuente de sus poesías breves.
S. Rosati