[Le chemineau]. Drama en cinco actos, en verso, de Jean Richepin (1849-1926), estrenado en 1897. Bajo el sol de julio los segadores trabajan acompañados por el ritmo de la canción del Vagabundo: Toinette ama al Vagabundo, que la hizo suya, y esto no le gusta a François, el capataz de la granja.
Pierre, el dueño, quisiera que el Vagabundo, experto en las labores del campo, se quedara a trabajar con él; también Toinette, que le ama, le invita a quedarse, o se le ofrece como compañera de sus errabundeos; el Vagabundo simula aceptar, pero a escondidas se marcha, incapaz de renunciar a su libertad. Pasan más de veinte años; el Vagabundo vuelve, precedido de un alegre ritmo de canción; Toinette se ha casado con François y ha tenido un hijo, Antoine. François está enfermo, y Antoine se ha dado a la bebida, desesperado porque Pierre no quiere concederle la mano de su hija Aline, de la que está enamorado. Toinette encuentra al Vagabundo; ya le ha perdonado su huida y le ruega que no se traicione en presencia de Antoine, su hijo, aunque no sea más que por piedad hacia François.
El Vagabundo, enternecido, lo promete. Como los bueyes del dueño se están muriendo de enfermedad, el Vagabundo, que entiende algo de hechizos, promete curarlos a condición de que Antoine se case con Aline. Es Nochebuena, y en la casa de François está lista la cena; esperando la misa se han reunido Aline, Antoine, François, el Vagabundo y Toinette. El Vagabundo evoca con nostalgia su vida errante; los jóvenes tratan de persuadirle a que se quede, y también Toinette está segura de que ya no se marchará. Pero una insinuación de Pierre, que pasando por allí les da a entender que por toda la comarba se habla de su próximo matrimonio con Toinette, dada la inminente muerte de François, exaspera al Vagabundo; de nada sirve que el moribundo François, en su postrer instante de lucidez, quiera darle su anillo nupcial; entre los últimos repiques de las campanas que anuncian la misa de Navidad el Vagabundo se aleja por la nieve con un último adiós desesperado.
Drama de entonación romántica, rebosante de fogosidad oratoria y lirismo verbal, exaltación de la vida libre, aventurera, expresada con versos vibrantes y sinceros, obtuvo en la escena clamorosos éxitos, y después de los experimentos realistas y simbolistas forma parte de aquel renovador florecer del teatro romántico en verso que duró hasta 1914 y que, después de Coppée, tuvo por exponentes precisamente a Richepin, y como último y más brillante, a Rostand.
M. Zini