Novela poética y al parecer autobiográfica del poeta español Juan Rodríguez del Padrón o de la Cámara, que vivió en el siglo XV. El siervo libre de amor, que ha llegado inconclusa o mutilada hasta nosotros, se nos ofrece como una derivación de la Fiammetta (v.) de Boccaccio. Por otra parte, influye en la gran novela sentimental posterior, la Cárcel de amor (v.) de Diego de San Pedro. Los críticos creen generalmente, a partir de Menéndez Pelayo, que la obra es en su fundamento autobiográfica. El autor afirma haber puesto los ojos en una «grand señora», de condición superior a la suya, que moraba en «palacios» y «altas torres». La afirmación de que la dama era de condición superior no la hace sólo dentro de la novela — lo cual no tendría nada que ver con la autenticidad — sino también en la- dedicatoria del libro al juez de Mondoñedo.
Es la dama quien inicia el trato amoroso, pero por haber confiado el secreto a un amigo, Juan Rodríguez del Padrón pierde definitivamente su favor. El amigo le aconsejó que escribiera a la dama y él le envió unas «estrenas» por año nuevo. Rodríguez del Padrón recibe dé ella una contestación (un «ledo mensaje») en la que le promete «logar a la fable y merced al servicio». Pero la dama se enoja porque ha revelado el secreto de sus amores y el poeta se retira a la soledad, donde compuso esta canción: «Aunque me. vedes así / cativo, libre nací» y la otra que empieza: «Cerca el alba, quando están». El poeta anduvo hasta llegar a la orilla de un gran mar. Encuentra allí una armada, de la cual es «mestressa» una dama anciana vestida de negro a la que acompañan las siete virtudes en forma de doncellas. Una de ellas, Syndéresis, recoge al poeta y se lo lleva en su esquife. En este punto se interrumpe la novela. Menéndez Pelayo, aun reconociendo la presencia de numerosas alegorías dentro de la obra, insiste sobremanera en su carácter autobiográfico. El temor que se revela en la obra por la muerte, el misterio con que envuelve los accidentes y el miedo de ser «desnaturado del reyno», constituyen para el gran maestro de la literatura española pruebas seguras de que se trata de una real aventura de adulterio que corrió el poeta.
Respecto a la dama y a su alto linaje, se ha supuesto que fuera quizá doña Juana, esposa de Juan II de Castilla y madre de la Beltraneja (así lo narra un apéndice legendario del Cancionero de Baena, v.). Menéndez Pelayo no cree que pueda tratarse de esta dama ni de la otra esposa de Enrique II, Isabel de Portugal. Al igual que en el caso de Macías, la leyenda se apoderó inmediatamente de Rodríguez del Padrón (su ida a Jerusalén, su ingreso en el convento del Herbón, donde todavía se enseña una palmera que según la leyenda trajo el poeta de Tierra Santa, etc.), e incluso hay un punto en que ambas leyendas se asimilan (debido a la comunidad de nacimiento). En los «infiernos de enamorados» de Guevara y de Garci Sánchez de Badajoz, a Juan Rodríguez del Padrón se le llama el «desterrado», con lo que coinciden con la leyenda del Cancionero de Baena, donde se afirma que el poeta tuvo que huir a Francia y de allí a Inglaterra por haber dejado embarazada a la reina de aquel país. Ante los problemas que plantea El siervo libre de amor es difícil decidirse, pero nos parece que el contenido y la intención de la obra son eminentemente alegóricos y que aún nos falta de esta novela una interpretación como la que del Libro del Buen Amor (v.) ha dado Leo Spitzer. Es posible que exista en el fondo un mínimo episodio autobiográfico, pero aun en el caso de existir quedaría desvirtuado por la intención alegórica del libro.
El siervo libre de amor contiene, además de seis composiciones en verso, la Estoria de los dos amadores Ardanlier e Liesa, historia de amor llena de empresas y aventura, con un paso honroso y la alegoría del candado. De esta obra ha dicho Menéndez Pelayo: «Obra de estilo compuesto en que se funden de un modo caprichoso elementos muy diversos, alegóricos, históricos, doctrinales y caballerescos… Más bien debe ser calificada, pues, de novela sentimental, como la Cárcel de amor de Diego de San Pedro, o el Tratado de amores de Arnalte y Lucenda (v.), a los cuales preceden en fecha, debiendo ser tenida como la más antigua muestra de su género que hasta ahora conocemos en España, y, de las que en adelante se escribieron, quizá la que tiene más directo parentesco con ella es la dulce y melancólica Menina e Moca, (v.)». Fue editada por Paz y Meliá en! la colección «Bibliófilos Españoles», Madrid, 1885.