Novela de Pío Baroja (1872-1956), perteneciente a la trilogía de «La juventud perdida» (1934-1937), que narra el proceso espiritual que destruye la fe en el alma de Javier Olarán.
Javier padeció una infancia sin ternura y en ella, y como reacción contra la actividad de su padre, fue naciendo la idea de dedicarse al sacerdocio: – «él -quería una vida de pueblo, tranquila, apacible». Sus años de seminario en Vitoria fueron de poco relieve; por aquellas calendas el estado intelectual de los seminarios no era el mejor; Javier fue un fruto más, sin estridencias de ningún género y sin brillos, que él despreciaba. En Monleón las cosas no le fueron bien: de todos los demás clérigos, apenas si uno de ellos estaba dotado de virtudes positivas; el resto del pueblo, era digno de sus pastores. Por eso Javier se hizo amigo del doctor Bastarreche, médico recién llegado, con estudios en alemania, y casado pronto y mal con una de las señoritas más acomodadas de Monleón. Interesa este matrimonio de Basterreche, fracasado desde antes de consumarse y disuelto por un divorcio civil. La República trajo una exacerbación política con ideas más o menos nuevas: Basterreche fue socialista, aunque luego abandonó el partido. Javier — por celo apostólico — figuró como hombre de ideología avanzada.
Pero en todo momento, la caridad le llevaba hacia los desgraciados o menesterosos, nunca intenciones bastardas. La vida de las gentes, la situación del clero, las discusiones con Basterreche y la insaciable lectura llevaron la duda al espíritu de Javier. Su hermana y Basterreche se casaron civilmente, y esto vino a levantar nuevos rencores contra el cura. Fue desterrado a un pueblecito\de la montaña, allí hubiera querido serenarse, pero las gentes no eran mejores que las conocidas de siempre y los libros siguieron haciendo su labor de zapa, hasta que un día a cada verdad dogmática la quiso poner en tela de juicio; el paso siguiente fue la pérdida de la fe. Hay en la novela bellas descripciones y datos que interesan para una posible valoración de las preferencias literarias en los hombres del 98, pero se resiente de un exceso de discusión religiosa: para la evolución espiritual del alma de Javier acaso no hicieran falta esas 43 páginas (en las O. C. la novela tiene 155) en las que se discuten los libros sagrados y las doctrinas católicas de modo farragoso e inacabable (más de una cuarta parte del libro sin interrupción) y con argumentaciones personales e impresionistas.
M. Alvar