[Asinus]. Diálogo latino de Gioviano (Giovanni) Pontano (1426-1503), escrito alrededor de 1490 y publicado en 1507. Es el más breve y sencillo, en cuanto a la trama, pero al mismo tiempo el más vivo y rápido de los diálogos de este autor. La acción se desenvuelve en 1486. Pontano, se susurra, está chocho. A los sesenta años, se ha comprado un asno, lo engalana con arreos de oro y no se avergüenza de pasear montado en él por las calles de la ciudad, cantando cancioncillas amorosas. En tanto se comunican estas noticias, los dos amigos del poeta, Gabriele Attilio y Giovanni Pardo, encuentran al Cariteo, común amigo de todos ellos, que va muy apresurado a comprar para el asno de su querido y viejo amigo, peines de marfil, abanicos de plumas de pavo real para darle aire y gualdrapas de finísima seda. Este, dicen los amigos, es un delirio de los buenos, y luego buscan a Azzio (el poeta Sannazaro) para que les dé noticias más importantes.
Pero a Sannazaro le hace mucha gracia la manía de Pontano y todos juntos se dirigen hacia su quinta. Cuando llegan, Pontano está discutiendo con su campesino Faselio. Le habla de agricultura con gran sentido y pericia y nada haría suponer su chochez senil, si de pronto no dejase la conversación, para ocuparse de su asno. Tiene lugar aquí una escena muy cómica; el viejo chocho quiere que su siervo haga caricias y dirija palabritas afectuosas al asno y el siervo tomando la cosa en serio cumple la orden de su amo. Pero el borrico, rebuznando y haciendo morisquetas, se vuelve contra el muchacho que le rascaba delicadamente las orejas y le acariciaba la panza. Pontano, al quedarse solo con su asno, le regaña con un discurso lleno de ternura y sentimiento. Se inclina para lavarle de pies a cabeza con agua tibia y perfumada y jabones de oriente. Pero como los burros son siempre burros, en un momento dado, se vuelve rápido contra su afectuoso dueño, que por fin comprende que quien lava la cabeza a un burro, pierde el tiempo y el jabón. En aquel momento, el campesino Fascelio anuncia a Pontano sus próximas bodas. Pontano le ofrece un regalo, a cambio de que el otro le reconozca ciertos derechos sobre su mujer; y mientras se ponen de acuerdo, Atilio, Pardo y Sannazaro salen de su escondrijo. Faselio les sale al encuentro, diciendo que su dueño está loco: durante todo el día no hace más que darle vueltas a su mapamundi. En tanto, se acerca Pontano y todos juntos se alejan charlando de astronomía.
El diálogo, evidentemente, es alegórico. Según una tradición, recogida de Camilo Porció, Pontano personificaba en el asno, al ingrato Alfonso el Magnánimo; según otros, el personaje criticado sería Fernando I; intérpretes más recientes, ven en el diálogo alusiones a los amores socráticos de Pontano; otros, ven en fin a una sátira ligeramente política, contra costumbres y personajes de la corte napolitana Es de todos modos un diálogo bellísimo por la simplicidad del dibujo, por la fusión armoniosa de las partes, por la ligereza del discurso y por las figuras maravillosamente vivas, llenas de nativa comicidad. La sátira nace sin esfuerzo, de las palabras y de los contrastes de las situaciones; por eso mueve a risa jocosamente, sin dejar ningún amargo sabor. El lenguaje es sencillo y airoso, lleno de brío y esmaltado de muchas exclamaciones, de diminutivos acariciantes, con un tono caído y ondulante, acariciador y armonioso; el propio del espíritu del pueblo y del dialecto napolitano.
N. Onorato