[Naturales quaestiones]. Obra de Lucio Anneo Séneca (4? a. de C.-68 d. de C.), compuesta, o al menos concluida, en su vejez. Convencido de que en el universo reinaba una jerarquía de valores, Séneca quiso añadir al conocimiento del alma el de la naturaleza, creyendo que, del mismo modo que los hombres están subordinados a los dioses, así la filosofía moral estaba subordinada a la naturaleza: la una dirigida a la tierra, la otra al cielo. En tan edificante visión del cielo, el hombre olvida su naturaleza mortal. La preocupación ética en esta obra hace que el orden natural, con el cual debería estar lógicamente dispuesta la materia, se quebrante y las diversas disciplinas se sucedan, y alternen, sin un claro criterio; la meteorología ocupa los libros I-II-IV-V-VI; la geografía, el III y el IV, la astronomía, el VII.
Los fenómenos naturales no son estudiados como nociones que hay que seguir y aprender, sino como datos ya adquiridos, que aquí son expuestos para sacar de ellos inferencias dialécticas o reflexiones morales. Nos hallamos en presencié de una enciclopedia científica que intenta reducir a la unidad, hallando su origen común, los múltiples fenómenos meteóricos y celestes, como el fuego, los temporales, el rayo, las aguas, el granizo, la nieve, las nubes, el viento, los terremotos y los cometas. Ya desde la primera página, la filosofía se muestra opuesta a las demás artes o disciplinas, del mismo modo que se opone a la filosofía de los hombres la filosofía de los dioses. Pero la filosofía tiene un lugar preeminente entre todas las disciplinas que constituyen el saber humano; ella no mira solamente con los ojos sino que penetra mucho más profundamente la realidad de las cosas. Al emprender bajo esta nueva luz el estudio del mundo fenoménico, Séneca no puede menos de dar gracias a la naturaleza que le ha concedido ver lo que los demás no ven. Del mayor conocimiento deriva, según él, una más profunda conciencia filosófica. Así se hunden los horizontes humanos; las mismas fronteras que dividen pueblo y pueblo, no excitan sino a la risa.
Las Cuestiones naturales fueron leídas y apreciadas en la antigüedad y más todavía durante la Edad Media, esto es, cuando, con Vicente de Beauvais y San Alberto Magno, las obras de Séneca entraron en vigor como texto de problemas naturales, en la cultura indispensable para los estudiosos del mundo físico. Y hoy todavía, si descontamos la parte de improvisación natural al ser compiladas sobre otros textos, no siempre excelentes, las Cuestiones naturales se nos muestran todavía como una obra interesante de fondo enciclopédico, y con todo, filosófico, como benévolamente la consideraron Goethe y Humboldt.
F. Della Corte