Según el catálogo dejado por el autor, Luigi Boccherini (1743-1805), son 92, todos compuestos para el clásico conjunto de cuatro instrumentos de cuerda: dos violines, viola (entonces llamada «alto», o sea contralto) y violonchelo. Se publicaron en diversos períodos de la vida de Boccherini desde 1761 a 1804, en ediciones francesas, pero fueron escritos en gran parte en Madrid, donde permaneció desde 1769 hasta su muerte, como músico de la familia real de España.
La catalogación de estos cuartetos es todavía confusa, porque el número de las obras indicado por su autor no corresponde al de los editores, y sus transcripciones modernas son pocas y dispersas. La edición italiana (Milán, 1928), preparada por Enrico Polo, comprende los seis Cuartetos del op. 6, compuestos en 1768, indicados, sin embargo, por el autor como op. 8, y otros seis escogidos entre las Obras 1, 10, 27, 33. Del examen de estos doce Cuartetos se puede, sin embargo, obtener una idea de la evolución estilística de Boccherini. Los más juveniles tienen tres tiempos, sin una disposición constante; mientras en los maduros del op. 10 y 33 hallamos la sucesión de cuatro tiempos, que luego se convirtió en normal con Haydn, Mozart y Beethoven; «Allegro», «Adagio», «Minuetto» y «Allegro» final. Pero, dejando aparte la forma extrínseca, no sería exacto decir que los últimos sean superiores, ya que, por ejemplo, los dos del op. 33, aunque muy finamente trabajados y ricos en ornamentaciones, parecen menos frescos que el op. 1 n. 1 (primero de la segunda serie publicada por Polo). Es, por lo demás, prematuro, dado el pequeño número de los ejemplos publicados, fijar un criterio seguro acerca de la evolución artística de Boccherini, el cual, de todos modos, queda como uno de los autores más vivos de la música instrumental italiana del siglo XVIII.
La musicología moderna ha polemizado vastamente para establecer si corresponde a Boccherini o a Haydn la prioridad en la invención del cuarteto de cuerda (entendido como conjunto de partes contrapuntísticamente independientes mientras en los ejemplos anteriores a ellos, el violonchelo tenía la mera función de bajo continuo, y también la viola sonaba generalmente al unísono con él) sin haber resuelto la cuestión. Pero lo que sin embargo cuenta en los Cuartetos de Boccherini es el melodioso fluir de las partes que se funden en una armonía rica y varia, y constituyen un verdadero conjunto contrapuntístico, después del largo predominio del estilo monódico en Italia. En efecto, Boccherini bebió en Roma en las fuentes de la polifonía vocal del siglo XVI. Espiritualmente se advierte en él el eco del llamado estilo galante del siglo XVIII, pero ennoblecido, y, a menudo, superado por la aspiración a una vida interior más profunda que aflora no sólo en fragmentos aislados, sino en trozos enteros de carácter meditativo a lo Haydn y a veces en un patetismo casi beethoveniano.
F. Fano