Cuadros de Viaje, Heinrich Heine

[Reisebilder]. Esta obra de Heinrich Heine (1797-1856) cierra el primer período artísticamente el más fe­cundo de este poeta: en la forma origina­ria eran cuatro pequeños volúmenes, pu­blicados entre 1824 y 1831, que compren­dían prosa y poesías. En las ediciones de las obras completas los dos ciclos de poe­sías líricas «Cuadros del Mar del Norte» [«Nordseebilder»] se incluyeron entre las poesías, mientras quedaron las graciosas poesías del «Viaje al Harz»: precisamente aquella variada mezcla de verso y prosa, como inmediata y espontánea expresión del momentáneo estado de ánimo del poeta, era característica de la forma artística de Heine.

Estas «impresiones» o «cuadros» de viaje son mucho más que sencillas descrip­ciones de paisajes o de aventuras: son un continuo motivo de observaciones críticas y reflexiones políticas, que del país y sus habitantes conducen al poeta a considerar sus condiciones sociales, políticas, cultura­les, literarias, y a desarrollar sus ideas, con aquel espíritu agudo y brillante que hace de esta obra un verdadero fuego de artificio, de sátira, de burla, de brío y al mismo tiempo de amargura, de sentimenta­lismo, de gracia. La primera parte, «Viaje al Harz» [«Die Harzreise»], de 1824, nació de los primeros cinco días de una peregrinación del joven estudiante entre los montes del Harz, para liberarse de la atmós­fera cargada de la Universidad de Gotinga, «el establo de las Pandectas». Las aventu­ras, las experiencias, hasta los sueños de aquellos días y de aquellas noches están descritos con su prosa poética, fresca y cen­telleante, y donde la prosa no es suficiente, interviene el verso, el canto. Es una fuga al reino de la naturaleza, lejos, sin embar­go, de toda fantasía romántica, apoyada en la observación más refinada y más precisa de la realidad y del paisaje. Ríos, montes, árboles, flores, todo cobra vida bajo su plu­ma, a menudo tomando forma humana, co­mo los tres ríos del Harz, que se hacen mu­jeres (muy graciosa la personificación del Ilse en la poesía): «Yo soy la princesa Ilse» o la famosa montaña del Brocken, cuya cumbre parece un «filisteo alemán» (el estudiante se desahoga contra los pe­dantes académicos).

En esta primera parte de la obra hay páginas de una luminosidad serena y alegre, que no dejan presentir, sino en el final, la inminente desilusión de amor (la segunda en la juventud del poeta), que introduce en las partes siguientes un tema nuevo y doloroso. La segunda parte, de 1826, nació de la estancia en la isla de Norderney (en los años 1825-26): comprende dos secciones de poesías — «Cuadros del Mar del Norte» — y una tercera de prosa, en forma de una carta de viaje. Las poesías son la primera expresión poética original de su vivo sentimiento de la naturaleza: en los ritmos libres el mar es representado casi de modo impresionista en todas sus luces y sus matices, con su brujería y sus mitos obscuros: es famosa la balada «El espectro del mar» [«Das Seegespenst»] con una pincelada final de «ironía romántica», característica de Heine. La tercera sección, en prosa, renuncia en cambio a las descripciones de paisaje, aparte de alguna que otra alusión a la isla del Norte desde la que se escribe la carta, y renuncia también a toda unidad formal para tratar, con un atrevimiento todavía no alcanzado, de cues­tiones de interés social, político, literario: lucha contra la Iglesia, contra la nobleza, exaltación de Napoleón, los mitos de Goe­the. Sigue el libro titulado «Ideas», con el subtítulo «El libro Le Grand» [«Das Buch Le Grand»], de 1826, «un fragmento auto­biográfico», que contiene las páginas más dolorosas y quizá más bellas de Heine, ins­piradas por la desilusión de su amor hacia Teresa Heine, hermana de Amelia, su pri­mer amor.

La atmósfera melancólica de esta historia de amor, con sus acentos elegiacos en que tiembla una sonrisa y con su emo­ción patética apagada por la ironía, es el elemento que funde los varios episodios, en apariencia inconexos y a veces contradic­torios. Básicamente es una nostálgica evo­cación de infancia; la entrada de Napoleón en Düsseldorf, con su aureola de gloria, y el episodio del tambor Le Grand, con cuyo redoble se estremecen toda la revolución francesa y la epopeya imperial: en la es­cena de su retorno del cautiverio y de su muerte se repite el motivo conmovedor de su famosa balada «Los dos granaderos». En seguida, después de la publicación del se­gundo libro de los Reisebilder, que por su atrevimiento político fue prohibido por casi todos los gobiernos alemanes, Heine fue a Londres, donde, ya convencido de su misión política, estudió apasionadamente la vida pública inglesa, escribiendo sus impresiones en «Fragmentos ingleses» [«Englische Frag­mente»], que publicó en el cuarto volumen de los Reisebilder en 1831, después del vo­lumen sobre Italia, cuyos principales capí­tulos, sin embargo, ya fueron publicados en 1827-28 en revistas. El motivo fundamental es el concepto de la libertad como nueva religión, de la que, sin embargo, ni siquiera en Inglaterra encuentra la aplicación ideal. El tercer volumen, de 1828, se titula «Italia» y comprende «El viaje de Munich a Géno­va» [«Die Reise von München nach Genua»] y «Los baños de Lucca» [«Die Báder von Lucca»]. La continuación, «La ciudad de Lucca» [«Die Stadt Lucca»], forma parte del cuarto volumen junto a los «Fragmen­tos ingleses». «El viaje de Munich a Gé­nova» contiene verdaderas impresiones de viaje, bosquejos fugaces, cuadritos típicos, llenos de color y de vida: escenas tirolesas, la confesión en la Catedral de Trento, el mercado, el episodio de la pequeña toca­dora de arpa, revelan la finura y la poten­cia del escritor más que las descripciones de famosas obras de arte.

Heine pone de manifiesto también una completa compren­sión del movimiento italiano de independencia de la opresión austríaca. «Los baños de Lucca» y «La ciudad de Lucca» fueron pensados originariamente como fragmentos de una futura novela de viaje; sin embar­go, quedaron en fragmentos: el elemento novelesco tiene una importancia mínima: Italia, aparte de algunas alegres escenas callejeras, no es más que un fondo de polé­micas literarias y religiosas. En los «Baños» está en primer plano el escándalo literario que se desencadenó contra el poeta August von Platen, que había atacado tontamente a Heine en su Edipo romántico (v.): a su vez Heine franquea en la polémica los límites de lo lícito. En la «Ciudad de Lucca» el tema principal es la religión, con todas las variaciones polémicas, paródicas y senti­mentales. Heine deja de lado el problema de la relación subjetiva entre el hombre y Dios y quiere en cambio eliminar las inter­ferencias entre Estado y Religión, recomen­dando al primero que sea indiferente en cuestiones religiosas, y a los hombres de su tiempo, como a sí mismo, la actitud de un «consciente donquijotismo». Los Reise­bilder tuvieron y siguen teniendo un gran éxito: el mismo autor dirigió la versión francesa (Tableaux de voy age) en colabo­ración con ilustres escritores. Heine ha crea­do aquí la forma de su prosa, que consiste para él en tomar el motivo de un paisaje, de una realidad exterior, para decir todo lo que tiene en su corazón, en una conti­nua y contrastante alternativa de sentimien­to y de ironía. [Trad. de Lorenzo González Agejas (Madrid, 1889), varias veces reim­presa, y traducción en siete volúmenes: I y II, de Manuel M. Pedroso; III-V, de Manuel García Morente, y VI y VII de José Pérez Bances (Madrid, 1920-1925)].

C. Baseggio