Cuadros de Costumbres, Fernán Caballero

Obra de Fernán Caballero (pseudónimo de Cecilia Bóhl de Faber, 1796-1877), publicada en 1852. En una advertencia preliminar, la au­tora defendió la veracidad de su arte con unas palabras que pueden servir para va­lorar la obra que nos ocupa: «Hase dicho para rebajar la realidad, según la propen­sión de los pesimistas, que inventamos los cuadros que escribimos…» Y, en otra oca­sión: «Algunos piensan — sin duda indu­cidos a ello por la denominación de popu­lares que llevan nuestros Cuadros de cos­tumbres — que los reproducimos para el pueblo; y esto es un error». En estas decla­raciones quedan patentes dos pretextos: la autenticidad de las narraciones y su valor ejemplar, moral, edificante.

Hasta qué pun­to Fernán Caballero logra ambos propósi­tos, es asunto discutible, pues mientras el segundo habitualmente se consigue, el pri­mero se anega en falsas reproducciones que adulteran justamente los buenos propósi­tos iniciales. El libro está formado por ocho narraciones, de las cuales «Simón Verde», «Dicha y suerte» y «Obrar bien… que Dios es Dios», son, acaso, de las más logradas. Tienen los siguientes argumentos:

1) «Si­món Verde» es la historia de un hombre, rústico, adornado por las prendas de su intachable religiosidad. Ésta le lleva a ex­tremos de gran abnegación, pagados por los demás con negras ingratitudes. El alcalde del pueblo, por el contrario, es un cacique cuyos móviles son, únicamente, los del mal. Este alcalde encausa a Simón por carlista, lo encarcela, calumnia a su hija, etc., etc., pero su propia conciencia le acusa por la maldad, mientras que Simón, imperturbable en las adversidades, se consuela en su re­ligiosidad. Al morir, el alcalde consiente en la boda de su hijo con Águeda, la hija de Simón. Éste se arrepiente y la tranquili­dad vuelve a su alma, gracias a su generoso espíritu.

2) «Dicha y suerte» es la histo­ria de Rosa, abnegada muchacha que, com­prometida con Vicente, resiste las tentacio­nes de un buen acomodo antes que olvidar al novio, soldado en Ultramar. Cuando Vicente vuelve— la vista perdida en una ex­plosión — Rosa permanece fiel a sus anti­guos amores y se casa con él.

3) «Obrar bien… que Dios es Dios» es una narración en la que una muchachita, agobiada por el cerco de un hombre rudo, se salva por los consejos de un buen párroco y aun lo­gra encarrilar a su pretendiente. Todos es­tos cuentos — ingenuos, sin complicacio­nes— son cuadros de costumbres andaluzas o pretexto para insertar en ellos narraciones de carácter popular. Hoy nos parecen ñoños y sin interés.

M. Alvar