De Ambrosio de Morales (1513-1591), es la continuación de la iniciada por Ocampo (v.) y es, asimismo, lo más opuesta posible en sus características a la obra de éste. Morales, cordobés, sucesivamente escolar en Salamanca, monje en la sierra cordobesa, estudiante y luego profesor en Alcalá, consagró a la Crónica lo más de su vida, desde antes ya de ser nombrado cronista — lo fue en 1563 —. Nada concedió en su tarea a la fantasía, que tanto lugar tiene en la parte hecha por Ocampo. Sus aportes están basados en la más rigurosa y paciente investigación, sin omitir tampoco el consignar las fuentes utilizadas.
Consultó cuantos documentos de toda clase podían ilustrar el pasado español en el período que le tocó historiar — desde el año 210 a. de C. hasta 1037, en que murió Vermudo III —, no sólo en el campo político sino en los con él relacionados, especialmente el religioso; no escapan a su curiosidad temas que hasta mucho después han solido quedar al margen de la historia, como el lingüístico, el de la riqueza nacional, las divisiones administrativas, los monumentos, trajes, armas, tipos raciales; se interesa por la literatura, refiere anécdotas de españoles ilustres, etc.; hasta consigna los descubrimientos botánicos realizados en nuestro país, referidos por Plinio. Le favoreció el haber dedicado su larga vida a indagaciones de diverso género, útiles todas para la historia. Careció, en cambio, del arte de exponer con agilidad y soltura la multitud de datos atesorados, enredándose en pormenores que desvían la atención del lector ofreciendo una narración de lectura fatigosa e inatrayente. Fue impresa la Crónica en Alcalá (1574-1586) en tres volúmenes en folio.
B. Sánchez Alonso