Crónica griega del reino latino de Chipre, relativa a los acontecimientos ocurridos entre el 1359 y el 1432. El autor, un griego de la isla, que mantenía buenas relaciones con la clase dominante, tomó parte, el año 1426, en una campaña contra los sarracenos que habían invadido Chipre, y en 1432 marchó como embajador cerca de los turcos de la vecina Asia Menor. La narración se apoya, en parte, sobre recuerdos personales y, en parte sobre noticias recogidas directamente de los representantes de la generación precedente. Maquierás, hombre ingenuo y piadoso, puso al frente de la parte propiamente narrativa de su crónica, una especie de historia sagrada, un elogio, como él lo llama, de la isla santa de Chipre, en el que son enumerados los obispos de dicha isla y los innumerables cuerpos de santos que fueron encontrados allí, con noticias particulares sobre sus reliquias y los lugares en que se les rinde culto. La antigüedad clásica, grecorromana, es ignorada totalmente en la concepción histórica de Maquierás.
La historia de Chipre comienza con la leyenda de Santa Elena, la cual, cuando se dirigía a los Santos Lugares, en busca de la Cruz de Nuestro Señor, atracó en la isla y la encontró desierta, desde hacía treinta y seis años, a consecuencia de una gran sequía. En el viaje de regreso, se detuvo de nuevo en la isla, y en ella fueron depositadas, por manifiesta voluntad divina, insignes reliquias de la Cruz descubierta. De tales reliquias data la nueva historia de la isla y su repoblación. Entre las páginas del cronista alcanza particular relieve la tradición histórica relativa al rey Pedro I de Lusiñán (1359-1369), cuyo nombre va ligado a una inútil tentativa de Cruzada y a un trágico choque con los barones del reino, en el que acabó por perder el trono y la vida. De un episodio del reinado del rey Pedro I, el escritor italiano d’Annunzio, que alcanzó a conocer la crónica de Maquierás merced a la traducción francesa que acompaña a la edición de Miller y Sathas (París, 1882), recogió la inspiración y los motivos para la trama de su Pisanella (v.), según ha señalado B. Lavagnini en su obra Sobre las fuentes de Pisanella [Alie fonti della Pisanella] (Palermo, 1942).
La obra de Maquierás no carece de valores artísticos, y demuestra en todo momento la ingenua y apasionada personalidad del narrador, quien recuerda, por la simplicidad y la fuerza expresiva, a los cronistas toscanos del siglo XIV. Escrita en el dialecto chipriota de su tiempo, griego pintoresco y rústico, en cuyo léxico abundan las voces francas, esta obra (cuyo verdadero título es Explicación del dulce país de Chipre, denominada crónica), no resulta de fácil lectura. Fue publicada por vez primera por Sathas, en Venecia, el año 1873, sacada de un manuscrito de la Marciana («Bibliotheca graeca medii aevi», II, pp. 53-409). La crónica chipriota de Diomedes Strambaldi (publicada por René de Mas-Latrie, Chroniques d’AmaxLi et de Strambaldi, segunda parte, París, 1893) no es sino una antigua traducción italiana de la obra de Maquierás.
B. Lavagnini