Esta crónica ha sido atribuida a diversos autores: por Pellicer y Nicolás Antonio, a un familiar del Condestable con nombre de Antonio de Castellanos; por Floranes y Amador de los Ríos, al historiador Alvar García de Santa María, y actualmente se cree, con casi completa seguridad, que la compuso Gonzalo Chacón, servidor de don Álvaro que obtuvo altos puestos durante el reinado de los Reyes Católicos. Fue Menéndez Pelayo quien lo sospechó, adhiriéndose Silió, biógrafo de Luna y, sobre todo, Carriazo, que en su excelente edición de la obra (1940) prodiga los argumentos en su favor. La crónica es de gran interés histórico por el gran papel que desempeñó el privado: «es substancialmente la misma que la del Rey», decía su editor Flores.
Como obra literaria, son también muchos los rasgos que la avaloran. Anima todas sus páginas — empieza por presentar a su héroe como suma de calidades raramente reunidas y acaba comparándole en su muerte con Jesucristo — un entrañable amor al personaje. Acierta a trazarnos, por lo íntimamente que le trató, una tan completa semblanza no sólo del político, sino del hombre, que pocas veces nos llega tan matizadamente dibujada la psicología de un antiguo gobernante. Y, conociendo bien qué partido podía sacarse de una existencia tan pródiga en avisos y enseñanzas, nada descuida para dar fuerte relieve a sus actos. Maneja, en fin, el autor con garbo la pluma y sabe aderezar la narración con los elementos — diálogos, discursos, sentencias… — que puedan darle atractiva variedad; sí puede reprochársele que abusa un tanto — y más según la obra va acercándose al desenlace — del tono sermonario, peligro que ciertamente era difícil de obviar por el carácter, típicamente aleccionador, de la vida de Luna.
Digamos ya sólo que el contraste de la crónica con los documentos coetáneos no descubre en aquélla falsedades a que el apasionamiento pudiera haberle llevado; en cambio merecen censura algunas omisiones inexplicables en que incurre. No fue impresa la obra hasta 1546, en que la editó un bisnieto del Condestable.
B. Sánchez Alonso