[Hitel]. Obra del estadista húngaro István Széchenyi (1791-1860), publicada en 1830; señala casi el inicio de la época de las reformas económicas y sociales en Hungría, anteriores a la lucha por la independencia (1848-1849). La misma exposición de la obra pone de manifiesto lo nuevas que eran las ideas de Széchenyi para el público húngaro. Una «Dedicatoria a las señoras», una advertencia «Para saber», un «Prólogo», una «Introducción», alguna que otra nota preliminar preceden el texto, al que siguen una «Postdata» y una «última palabra», igualmente largas. Teniendo que luchar contra la política económica del gobierno austríaco y, al mismo tiempo, contra los tradicionales prejuicios de la nobleza húngara, el autor sólo podía proceder por grados, defendiéndose ora del uno, ora del otro contrincante. En efecto, Austria quería que Hungría permaneciera en la situación de país agrícola, en condiciones primitivas; la nobleza húngara, preocupada tan sólo por sus privilegios, ni siquiera se había dado cuenta de lo que Széchenyi quería demostrarle, es decir, que ella tendría que conquistar con sus inmensas posesiones una riqueza mayor. Ésta es la tesis principal del libro.
El autor busca la causa de esta relativa pobreza y la encuentra en la falta de crédito. La ley sobre los bienes patrimoniales, que no permite su venta (privilegio celosamente conservado por la nobleza), excluye toda posibilidad de transacción. De manera que incluso el mayor propietario carece de capital líquido y no puede encontrarlo en ningún sitio para mejorar sus tierras o para labrar las inmensas extensiones baldías. El pequeño capital que existe en el país no encuentra empleo: no se ayudan ni la industria ni el comercio. ¿Cuál es el remedio? Primero, no hay que temer la novedad. Instruyámonos recíprocamente, unámonos, trabajemos, fundemos un Banco Nacional, premiemos a los que con su trabajo aumentan la producción nacional, y cambiemos las leyes que impiden la creación del crédito inmobiliario. Éstos son los temas principales del libro que Széchenyi termina con las palabras que llegaron a ser proverbiales en Hungría: «El pasado ya no nos pertenece, pero somos dueños del porvenir… Hay mucha gente que piensa: Hungría ha vivido. ¡Yo prefiero creer que vivirá!»
M. Benedek