[Lettres Per sanes]. Aparecieron anónimas en 1721 en Colonia: Charles Louis de Secondat, barón de Montesquieu (1689-1755), entonces miembro del parlamento de Burdeos, no quiso poner públicamente su nombre en esta obra en apariencia frívola y ligera. Recoge la correspondencia que dos imaginarios persas, Usbek y Rica, llegados a París a fines del reinado de Luis XIV, cambian entre sí y con sus amigos orientales. Todo lo que, al azar de las circunstancias, observan de la civilización occidental y de las costumbres parisienses, se refleja en su mente, ingenua y carente de prejuicios, con el fuerte relieve de la extrañeza y del asombro. Sobre el fondo lejano de las noticias que llegan de Persia, se agita por contraste la voluptuosa vida del harem abandonado, entre pasiones, celos, deseos, descritos con curiosidad libertina. Esta extraña ficción epistolar y la fascinación del Oriente novelesco, puesto entonces de moda en la literatura francesa, disimulan una aguda intención satírica que se dirige atrevidamente contra la vacuidad del gran mundo parisino, delineando con finísimo gusto figuras y es- corzos de ambientes que recuerdan, aunque con bastante menos penetración psicológica, el gran ejemplo de los Caracteres morales (v.) de La Bruyére. La libérrima crítica de las costumbres anima todas las cartas, pero nunca desciende al fondo; el libro, escrito para la sociedad de los salones, contra el espíritu de la sociedad y de los salones, en nombre de un ideal de gentileza y de respetabilidad, discurre vivo, claro, ligero y divertido, presentando cada vez nuevas extravagancias y prejuicios sobre los que se basan las creencias y conveniencias comunes.
Sin embargo, a través de la sátira de las costumbres se insinúa hábilmente la crítica del despotismo, de los abusivos privilegios de la nobleza y del clero, de la corrupción de los financieros. La especulación monetaria de Law, terminada por aquellos años con su fuga y con la ruina de ingentes caudales, es representada en un cuadro mitológico de gusto caricaturesco, lleno de moderno «humour». El planteamiento de algunos problemas de filosofía del derecho, futura materia del Espíritu de las leyes (v.) está insinuado en la fábula de los trogloditas, que después de haberse combatido y destruido ferozmente, fundaron una nueva sociedad sobre la base de las virtudes domésticas y militares. La civilización moderna, el progreso de las ciencias y de la filosofía, considerados con mirada escéptica por el mal gusto con que los hombres los aprovechan, y el difuso pesimismo humano que informa algunas cartas, anuncian ya la idea de que la corrupción de las instituciones y la degeneración de costumbres son la causa de la decadencia de los pueblos (v. Consideraciones sobre las causas de la grandeza y de la decadencia de los romanos). De ahí la indignación provocada en él por los excesos de los poderes más altos, como el monárquico convertido en despótico, el clerical y el papal, abiertamente satirizado con descuido, típicamente «ilustrado», de algunos valores, siempre activos en la historia, y ligados a la tradición religiosa. Montesquieu nunca reparó en ésta, con estar por otra parte su mente tan abierta al mundo humano y social, debido a la misma naturaleza de su espíritu sutil y brillante, y de su lúcida y empírica inteligencia. [Es clásica la magnífica traducción del abate José Marchena, bajo el título de Cartas persianas, cuya primera edición se publicó en Nimes, 1818. Ha sido reimpresa modernamente (Madrid, 1917)].
L. Rodelli
Lo que confiere a las Cartas Persas la fecha y el sello de la Regencia, es la punta de irreverencia y de libertinaje que agita su fondo y lo conduce según el gusto del día. (Sainte-Beuve)
Pequeñas obras maestras de estilo seco, neto, imperioso, difícilmente imitables, al menos hasta tal grado de desenvoltura. (Faguet)
Nada se ha escrito tan elegante. La transformación del gusto, la invención de los procedimientos violentos no tienen presa en este libro perfecto, que, sin embargo, puede temerlo todo de cierta vuelta al estilo bárbaro del que aparecen muchos indicios, incluso literarios. (Valéry)
No hay ni sombra de penetración psicológica en las Cartas Persas. (Lanson)
Las Cartas Persas, estas «Provinciales» del epicureismo, abren el camino a las novelas de Voltaire, a esas alegorías ilustres que, pese a fingir burlarse «en passant», separan alegremente al ciudadano de sus creencias tradicionales y de su ambiente social. (R. Fernández)