[Briefe zur Befórderung der Humanitat]. Son 68 cartas publicadas por J. G. Herder (1744-1803) en Riga entre el año 1793 y el 1797. En ellas se revela un cierto oscurecimiento en la espiritualidad de Herder, debido tal vez a la pérdida de una amistad querida. Insiste, empero, sobre la misma idea, el humanitarismo dieciochesco que domina todo su pensamiento, pero revivido bajo un aspecto historicista como una gradual revelación de la solidaridad humana a la cual contribuyen hombres y obras de todas épocas y países. Como explica Herder en su carta 24, «humanidad» es el carácter típico de la especie humana, pero solamente nos es dado como una inclinación que necesita un desarrollo adecuado. Es éste el verdadero sentido de la historia: no la utopía que querría extender entre todos los hombres una forma social considerada perfecta, sino el sentido de humanidad como lo entendía Herodoto, según el cual el destino lleva a todos los pueblos hacia una compensación, hacia la medida (carta 65) La humanidad no posee jamás cualidades eminentes: es siempre una mezcla de bien y de mal. Y no es la pura razón la que puede iluminar el camino de los hombres, sino la comprensión, el espíritu cristiano (cartas 66 y 67). Así Herder supera la Ilustración sin dejar de ser hombre del siglo XVIII. Condena (carta 61) las exaltaciones del espíritu de guerra y de conquista, pero no penetra en las razones de éste ni en sus causas más profundas.
Extraña un poco que salga con elogios ditirámbicos (cartas 7, 9, 21) de Federico II de Prusia como prototipo del rey humanitario, como hombre consagrado por entero al bien público y al progreso. Las guerras de Federico II fueron deseadas, según Herder, por sus enemigos, no por él: Herder no ve del monarca más que las expresiones «ilustradas», humanitarias y la obra en favor de su pueblo. En resumen, el humanitarismo cosmopolita de Herder se asocia a un acusado sentido nacional alemán. Hay que recordar que, en aquella época, alemania estaba dividida en una infinidad de pequeños estados, de manera que la unificación de éstos en una patria alemana era empresa análoga a la unión de todos los pueblos en una tendencia común hacia el progreso, y tal vez la unificación de alemania en un solo espíritu podía parecer un primer paso hacia la realización de la «humanidad». Pero Herder no se atreve a propugnar una república libre de los hombres: su política respeta las jerarquías existentes, tiende a mantener bien alto el principio de autoridad, y en el fondo deriva de la idea dieciochesca de un despotismo ilustrado. Por esto Herder se refiere gustosamente a Lutero (cartas 17 y 19) y a su defensa de la autoridad: Lutero es el héroe del genio alemán (según Herder) tan alejado de la tiranía como de la anarquía.
M. M. Rosi