[Svenska Folkvisor]. Publicados en 1914-17 por Erik Gustaf Geijer (1783-1847) y Arvid August Afzelius (1785-1871) constituyen la primera gran recopilación impresa de los cantos populares de Suecia, con melodías y notas comparativas y, todavía hoy, una de las principales fuentes para el conocimiento de la canción épico lirica o balada sueca. La mayoría de estas canciones son de contenido amoroso, caballeresco y novelesco; otras toman su asunto de creencias animistas y mágicas, de leyendas cristianas y de sucesos recientes que sobrecogieron los ánimos. El impulso a esta recopilación provino de la afición a lo popular que las Reliquias de las antiguas -poesías inglesas (v.) de Percy introdujo en la república literaria europea; más próximamente, del movimiento «gótico» del que Geijer y Afzelius formaron parte y que trataba de promover la regeneración de Suecia mediante el estudio y la búsqueda de las antiguas memorias patrias: reflejo de un movimiento general europeo, pero con espíritu declaradamente conservador y a veces reaccionario. En el Prefacio (1814) Geijer traza a grandes líneas un esbozo de la poesía antigua y moderna, en la que muy pronto se reconoce la escuela de Schlegel. El amor de la generalización y las ideas entonces corrientes impidieron a Geijer ver bien ciertos detalles; pero las observaciones agudas no faltan, como cuando dice que «cuantos más poetas artísticos hay en un idioma, menos poetiza el pueblo»; que la poesía «natural» no surge y se mantiene en oposición a la del arte, porque es idealmente anterior; que, en fin, la poesía popular es tal, no porque provenga de una clase social más ruda, sino porque «desciende de tiempos de una sencillez de carácter apenas comprensibles para nosotros,… donde la individualidad particular estaba todavía tan poco desarrollada que todo un pueblo cantaba como un solo hombre».
En una parte de estos cantos narrativos están reflejadas poéticamente, creencias primitivas, animistas, como en la famosa balada conocida a través de la traducción de Carducci y de Herder de una versión danesa, de Sir Olof arrastrado a bailar con los elfos, balada llegada a Escandinavia desde la Bretaña francesa [«Herr Olof i elfvornas dans»; «Elfqvinnan och Herr Olof»]. «El caballero Tynne» [«Riddaren Tynne»] narra cómo este caballero cayó bajo el influjo del encantamiento rúnico ejercido por Ulfva, hija de un señor de enanos, encantamiento del que se libró por obra de la madre de la muchacha, Tora, nacida cristiana e hija de un príncipe y luego atraída hacia la montaña, en el reino de los enanos. Las dos mujeres dan al caballero — entre otras cosas — un caballo y una espada encantados, con los que consigue hacer suya la princesa Hermelin, sobrina de Tora, que había sido raptada y prometida a la fuerza con un príncipe a quien Tynne mata. En este canto las creencias mágicas y animistas se mezclan con la materia caballeresca, tan frecuente en muchas de estas baladas, aparecidas precisamente entre la clase noble en los siglos XIII y XIV. Caballeresca es «La Prueba» [«Profningen»], que narra cómo el hermano, no reconocido, pone a prueba la virtud de su hermana y encontrándola firme, se da a conocer, satisfecho; y caballeresca y gentilmente sentimental es «Sir Tideman y Rosita» [«Herr Tideman och lilla Rosa»]: la prometida se entera de que Tideman está enfermo de muerte y con permiso de su hermano, se dirige a caballo en su busca, él le regala una corona de oro y objetos preciosos, la abraza y muere. Con «La fuerza del dolor» [«Sor- gens makt»] nos encontramos con otro género de cantos. Es evidente la descendencia de esta balada del poema éddico de Helgi matador de Hunding (v. Edda): el prometido muerto vuelve de noche a visitar a la amada, yace con ella y le ruega que no llore. Antes del canto del gallo se dirigen al cementerio y allí el joven muerto empieza a desvanecerse.
Cristina (así es llamada más popularmente la Sigrun éddica) quisiera morir sobre su tumba, pero su amante desde la tumba le ordena que vuelva a casa; cada vez que llora el ataúd se llena de sangre, cada vez que es feliz, se llena de hojas de rosa. Entre las baladas caballerescas se encuentra también la del «Duque Frojdenborg y la señorita Adelin» que deriva de la narración boccacciana de Gismunda. La leyenda de Hero y Leandro forma el contenido de los «Hijos de rey» [ «Konungabarnen» ]. Hay después baladas sobre leyendas cristianas, como «Catalinita» [«Liten Karin»], que refleja versiones populares francesas sobre el martirio de Santa Catalina; y por fin cantos de contenido histórico y político, como el de «Gustavo Wasa y los aldeanos de Dalecarlia» [«Konung Gustaf I och delkarlarne»].
V. Santoli