Obra de José Mármol (1817-71), poeta, novelista, dramaturgo y periodista argentino. Extenso poema que, concebido originariamente en doce cantos — cuatro de los cuales nunca escribió el autor (VII a X) —, reelabora libremente un tema byroniano, el de La peregrinación de Childe-Harold (v.), grato a los hombres de su generación, pero dándole localización americana a través del paisaje descrito y acento genuinamente argentino al expresar el dolor de la juventud, desterrada del país durante la tiranía rosista. Se conocen, pues, ocho cantos y también un fragmento episódico, «Las Nubes», de aquellos que quedaron sólo en proyecto. Fueron escritos entre 1844 y 1846 y aparecieron a partir de este último año. El Peregrino se llama Carlos y no es sino directa ión confesional del propio autor y, por extensión, de los camaradas coetáneos, también proscritos de su tierra y errantes por América. Cada uno de los cantos lleva anexo, con título diferenciador, el canto que entona el Peregrino, si bien en el V figuran tres y en el VI, además de un canto, una oración que el Peregrino dice. Los respectivos temas dan idea de las diversas cuerdas que el autor pulsa: en el I canta a América; en el III, a Buenos Aires; en el XI, al Janeiro; en el XII, al Río de la Plata. El II, en cambio, lo dirige a una mujer idealizada, María, quizá símbolo de la añorada patria. El IV, ligero y travieso, ofrece retratos de la gente de a bordo y pasajes epigramáticos en las referencias al oficio de escribir y al manejo del idioma, del estilo y del verso, cerrándose con un canto «A la noche oscura», reflejo de sus lecturas románticas. Los del V se titulan «Crepúsculo», «Desencanto» y «A Emilia», himno éste de amor fraternal. El del VI, «Súplica». Hay, consiguientemente, heterogeneidad en la materia poética y mucho desorden en su acomodación interna. Pese a esto, Mármol logra aciertos parciales en la descripción de la naturaleza, en la expresión del sentimiento amoroso, en los arrebatos de patriótica angustia ante la situación de la Argentina.
J. M.a Monner Sans