Cantos del Patíbulo, Christian Morgenstern

[Galgenlieder]. Recopilación de poesías humorísticas de Christian Morgenstern (1871-1914). Místico y teósofo, adherido al movimiento de Rudolf Steiner, el autor debe su fama más duradera de poeta, no tanto a los volúme­nes de inspiración religiosa, cuanto a su producción humorística: los Galgenlieder, Palmstróm, Palma Kunkel, Gingganz. Apa­recido en 1905, el pequeño volumen de los Galgenlieder había conseguido ya, en 1913, su 15.a edición; y entre las muchas obras poéticas aparecidas a principios de nuestro siglo, es una de las pocas que perduran. De­dicados «Al chiquillo que hay en el hom­bre», estos cantos nacieron, casi por juego, para los amigos de la «Sociedad de los ahor­cados», en cuyas reuniones — según una moda derivada de los «Cabarets» parisien­ses— se celebraban misteriosos y lúgubres ri­tos a base de horcas y de calaveras, de car­celeros y de murciélagos: jocosa parodia del decadentismo de moda en los cenáculos artísticos. Y evidente parodia de cierta poesía de la época, en especial la sombría de simbolistas y crepusculares, son de hecho algunos de los Galgenlieder [«Nein!»; «Das Gebet»; «Das Mondschaf»; «Das aesthetische Wiesel»; «Der Tanz»; «Der Kork», etc.]. Sin embargo el volumen no se limita a estos ejercicios —brillantes, eso sí— de virtuosismo: su parte poéticamente más viva y original nace de la soberana libertad con que la lúcida fantasía del poeta juega con las palabras y las cosas para recrearlas má­gicamente transformadas. A menudo, el truco parece sencillo y el juego, fácil. El poeta toma un objeto universalmente co­nocido, o bien un concepto corriente, una manera de decir de todos los días y, sustrayéndolo a la acepción usual, lo vuelve a pensar y lo hace vivir poéticamente en condiciones nuevas, concretísimas, inespe­radas.

Así el Suspiro que, patinando por la noche sobre el hielo, se detiene inflama­do al recuerdo de una muchacha: el hielo se funde y el pobre Suspiro se ahoga sin que nadie le vea [«Der Seufzer»]. Así la Rodilla que corre solitaria por el mundo: una Rodilla, nada más: en la guerra un hombre fue herido por todas partes; sólo la rodilla quedó ilesa y desde aquel día corre débil y solitaria por el mundo [«Das Knie»]. Así las dos botellas sobre el bufe­te, una gorda, la otra delgada: quisieran casarse, pero, ¿quién las ayuda? Sufren en silencio las pobres, pero nadie se dispone a unirlas [«Die beiden Flaschen»]. Así «Bam», el tañido de la campana, que a través de la noche persigue el tañido de su compañera «Bim» que le precedió: la cosa es muy seria, pues ella le ha traicionado: «Bim» se ha entregado a «Bum», un pobre diablo, y en vano la persigue «Bam» por bosques y claros [«Bim, Bam, Bum»]. En la poesía de los «Dos Embudos», que caminan por el silencio de la dulce noche lunar — una de las más singulares y perfectas creaciones de Morgenstern—, la representación completa­mente visual del principio, concreta, se es­fuma luego mágicamente en la más vaga e imprecisa sensación de infinito, por efec­to de la disposición misma — en embudo — de los versos, que se adelgazan lentamente, hasta convertirse en una nada impalpable («Die Trichter»). Es un procedimiento reco­gido luego por Apollinaire y por los futu­ristas italianos. Los ejemplos podrían multiplicarse, pero quizás no es posible repro­ducir, ni siquiera aproximadamente, la idea de estas pequeñas creaciones entre grotescas y fabulosas: precisamente porque en ellas, pese al truco, al juego evidente, vive una poesía real, que posee un fondo más serio y lleno de sentido de lo que su apariencia ingenua y despreocupada quisiera dar a en­tender.

R. Guarnieri