[Canti della guerra latina]. Son catorce poesías (dos de ellas en francés) y seis prosas rimadas de Gabriele d’Annunzio (1863-1938), escritas entre 1914 y 1918, y recogidas en volumen en 1933. Bastante flojas de inspiración, no sólo carecen del ímpetu de la poesía, sino también de autenticidad de embriaguez lírica, de ansia de algo superior a sí mismo, que da un estremecimiento de las Chispas del mallo (v.) a los contemporáneos discursos, Por la Italia más grande (v.) y La insurrección (v.); y la causa de esta falta se encuentra en la mayor fuerza dada al tema poético, ya por resumir el heroísmo del Superhombre, ya por obedecer a la tarea de celebrar y exhortar propia del poeta oficial. Queda, del poeta que fue, la esplendidez parnasiana de la forma, siempre y cuando no se trate de cansada costumbre, viva especialmente en las cuartetas, sostenidas de cualquier forma por la dificultad de la rima y del verso. Así en cierta parte la dificultad del francés sostiene la «Oda por la Resurrección latina», escrita en la estrofa libre de la Laus vitae (v.). Pero nunca más caerá d’Annunzio en cosas oratorias y pedestres como las grandes estrofas libres de la «Oda a la nación serbia» [«Ode alia nazione serba»]. Otra lozanía adquiere volviendo a leerla en esta selección, «La canción del Cuarnaro» [«La canzone del Quarnaro»], incluida en un principio en el volumen La burla de Buccari (v.); hay al menos un ímpetu verdadero, si no hacia el canto, hacia la composición, una impresión nacida lejos del laboratorio, una irrisión, aunque ficticia, que corrige también la retórica que no consigue absorber. Pero aparte en el libro, y diferente en cuanto a su propia verdad lírica, debe considerarse el «Cántico para la Octava de la Victoria» l«Cántico per l’Ottava della Vittoria»]; retorna a su misión de celebrar, al tema sobrehumano, a la retórica y al falso énfasis de los discursos de la guerra; pero en estos discursos hay también el tema lírico, el ansia de realizarse más allá de la suprema oferta de sí mismo a la acción, en una mañana que es siempre un mañana más alto. Sin tener en cuenta los ritmos del Nocturno (v.), es la última poesía en verso de d’Annunzio, gran poesía digna del Canto nuevo (v.), el libro que reveló su personalidad.
E. De Michelis