[Canti]. La etapa lírica de Aleardo Aleardi (1812-1878), poeta de la última y más lánguida fase del romanticismo italiano, se desarrolló aproximadamente entre los años 1845 y 1865 y comprende, bajo la denominación genérica de cantos, las varias recopilaciones y los poemas breves que fue publicando durante aquel período: las «Primeras historias» [«Prime storie»], «El monte Circeo» [«II monte Circello»], «Cartas a María» [«Lettere a Maria»], «Una hora de mi juventud» [«Un’ora della mia giovinezza»], «Las ciudades italianas marineras y comerciantes» [«Le cittá italiane marinare e commercianti»], «Rafael y la Fornarina» [«Raffaello e la Fornarina»], «Horas tristes» [«Ore cattive»], «Los fuegos del Apenino» [«I fuochi dell’Appennino»], «Cantos patrios» [«Canti patrii»] y «Los siete soldados» [«I sette soldati»]. Pero la variedad de los temas, como puede resultar de una simple elección, no ha de engañar sobre lo que es uno de los mayores defectos de la’ poesía aleardiana: la monotonía, de una poesía en la que faltan desarrollo e historia. Defecto contrario al de la poesía de aquel uliseida del romanticismo que fue Prati, pero, en algún aspecto, ventajoso para Aleardi, pues su poesía mantiene una fisonomía propia y singular, es decir, original a su modo.
La característica de la poesía de Aleardi es una especie de difusa languidez sentimental en cadencias de una melopea lenta, a menudo tétrica, alguna vez enfermiza, por lo que Aleardi se convirtió en el poeta preferido de las almas delicadas y sensibles. Pero de esta innata delicadeza y gentileza de ánimo, de esta lánguida pasividad, de esta emotividad de sensitiva, Aleardi, mimado por el éxito y la blandura de cierto público femenino, quiso hacer el elemento principal de su papel de poeta en el escenario de la literatura. Y apareció una poesía envarada y amanerada, una somnolencia ideal y sentimental que debía bastante pronto suscitar la reacción de la mejor crítica: en efecto, Aleardi sobrevivió a su propia poesía. Si por este lado, Aleardi es un epígono del romanticismo, le distingue en cambio el cuidado meticuloso de los valores estilísticos y formales: la forma de Aleardi es„ lánguida, de una facilidad genérica, pero nítida en la armadura, construida con cuidada amplitud de estructuras sintácticas y musicales. De una poesía tan uniforme es difícil citar algo típico: son muy alabados los poemas históricodescriptivos, «Monte Circeo» y las «Ciudades marineras».
D. Mattalía
Aleardi, este llorón romántico que, lo mismo que Lamartine, tuvo miedo, describiendo con los ojos enjutos, de envilecer la poesía. (De Lollis)
Un poeta, cuya reputación no declinó, como la de los otros, plácida e insensiblemente, sino que fue destruida con rabia y violencia. (B. Croce)