Augustinus, Cornelius Jannsen

[Augustinus, seu doctrina S. Augustini de humanae naturae sahitate, aegritudine, medicina adversus. Pelagianos et massilienses]. Obra en latín del obispo Cornelius Jannsen, llamado Jansenio, de origen holandés (1585-1638), aparecida pós­tuma en Lovaina en 1640, en tres tomos «in folio»: famosa por haber dado lugar a las más ásperas controversias religiosas del si­glo XVII, sobre todo en Francia. Jannsen, obispo de Ypres, se había dado cuenta, en la asidua lectura de las obras de San Agus­tín, de que la doctrina de los filósofos es­colásticos estaba muy alejada de cuanto el autor de la Ciudad de Dios (v.) había propugnado sobre la gracia y sobre el libre albedrío: compuso entonces un traba­jo que, al morir, confió a dos amigos, con la cláusula de que sometía libro y doctri­na al juicio de la Iglesia. La obra fue al punto combatidísima por los jesuítas, por­que se oponían a los principios profesados en España y en Holanda por dos de sus autores más famosos — Molina y Lessius — en su modo de conciliar el libre albedrío con el dogma de la gracia divina.

Se divide en tres partes: la primera expone la doc­trina de Pelagio (v. A Demetriades y Co­mentario a San Pablo) que exalta el libre albedrío y niega el pecado original; la segun­da expone el pensamiento de San Agustín sobre la pecadora naturaleza humana; la tercera, trata particularmente de la gracia, por la que sólo Cristo puede salvarnos, y habla de la predestinación de hombres y de ángeles a la salvación divina. El pecado original ha destruido el libre albedrío del hombre; éste es atraído por el placer de modo irrefrenable; si éste viene de Dios,, el hombre está salvado, si no, está perdido. Estas afirmaciones, un poco fatalistas, aun­que impregnadas de un íntimo sentido de religiosa austeridad contra todo acomoda­miento con el mundo, fueron acogidas con pasión intelectual en el ambiente de Port- Royal, y particularmente por Arnauld y por Pascal, que, contra los jesuítas que las combatían, escribió sus célebres Cartas del Provincial (v.), pero la acusación de calvi­nismo, hecha a causa de tan recias afirma­ciones de fatalismo y de predestinación, fue acentuada por los jesuítas, hasta que el li­bro fue condenado por Urbano VIII en 1642. Más tarde, tras de nuevas luchas, la Sorbona extrajo de la obra «cinco propo­siciones» (que no están en el texto, pero que como dice Bossuet, son su alma), e Ino­cencio las condenó como heréticas y exe­crables (1653). Es notorio que en torno a las discusiones suscitadas por tal obra, se creó una de las corrientes espirituales más importantes y combatidas de la edad mo­derna, el Jansenismo (v.).

C. Cordié