Importante para la afirmación de las ideas estéticas del Renacimiento resulta el Arte poética donde se pueden advertir la perfección y los defectos de las poesías antiguas y modernas [Art poétique oú l’on peut remarquer la perfection et le défaut des anciennes et des modernes poésies], del francés Jean Vauquelin de la Fresnaye (1536-1607 aproximadamente), publicada en 1605. En esta obra en verso, dividida en tres libros, el autor trata los problemas del arte según los dictámenes fundamentales de la Pléyade, pero con amplia libertad de criterio en lo que se refiere a la relación de una poesía francesa con las tradiciones de la antigüedad clásica. Restaurados los antiguos géneros e incluso la oda y la epopeya, y terminada la obra de Ronsard y sus compañeros, es necesario establecer algunas reglas que den la posibilidad de nuevas creaciones, según la poesía de los antiguos y las necesidades de una sociedad nueva. Una parte interesante del tratado consiste en la historia de las varias formas poéticas desde sus orígenes en adelante: Vauquelin expone las reglas y modalidades de cada una, para que quede patente cómo en los autores clásicos se encuentran los modelos para escribir bien en la edad contemporánea.
Se advierte en el modo de argumentar e incluso en la actitud ampliamente relacionada con los clásicos, la influencia de Vida y de Du Bellay y, en el estudio histórico de la poesía francesa, la del erudito Claude Fauchet; pero se reivindica para Francia la gloria italiana del soneto de Petrarca y de la epopeya de Ariosto y de Tasso, ya que fueron iniciados los géneros de la poesía amorosa por los provenzales y los poemas caballerescos por el Ciclo carolingio (v.). Subrayando la importancia cada vez mayor de tener una tragedia y una comedia dignas de las tradiciones antiguas y manifestando el interés que revisten los géneros didácticos, algo descuidados, como las sátiras y los poemas didascálicos, el autor afirma el valor de la poesía y su importancia en la sociedad de la nueva Francia. Aun separándose de las enseñanzas de Ronsard por un camino más amplio y soleado, Vauquelin prepara el advenimiento de una poesía decididamente contenida, y anticipa las reflexiones de Malherbe y de Boileau sobre la nueva tradición literaria.
C. Cordié