Al Faro, Virginia Woolf

[To the Lighthouse]. Novela inglesa de Virginia Woolf (1882-1941), pu­blicada en 1927. La familia Ramsay está veraneando en una isla de las Hébridas; esta familia está compuesta por la madre, una mujer de cincuenta años que da a to­dos los que la conocen una misteriosa im­presión de extraordinaria belleza, el padre, un filósofo con una gran necesidad de com­prensión humana, ocho hijos muy distintos entre sí, y varios huéspedes; entre ellos Lily Briscoe, una pintora atormentada por la sensación de su incapacidad artística, y Minta y Pablo, que acaban prometiéndose. Estamos en una tarde de mediados de sep­tiembre. La señora Ramsay ha prometido al último de sus hijos, Jaime, de seis años, que al día siguiente le llevará de excursión hasta el faro que todas las noches se ve brillar desde la isla; el padre, sin embargo, declara que al día siguiente, de seguro, hará mal tiempo. Alrededor del chiquillo tiene lugar, entonces, un conflicto, a propó­sito de este posible tiempo malo, entre el padre, la madre, los hermanos y los huéspe­des; no hay escenas decisivas y netas; los ánimos se obscurecen y se iluminan por una palabra, por un pensamiento; se llenan, y se vacían, crecen y menguan.

La autora ilu­mina por dentro, este ritmo que va desarrollándose en el alma de los distintos perso­najes, sus alternativas de dolor, de alegría, de alivio, de odio y de atracción. Más viva entre todas, aparece la figura de la señora Ramsay, capaz de comprender, de dar a cada uno lo que busca, penetrando por una misteriosa intuición en sus intimidades más profundas. El anochecer se concluye con un gesto suyo de comprensión y de amor para con su marido, algo triste por el ligero sinsabor que le produjo a propósito de la excursión. Caen las tinieblas y va pasando el tiempo; de día en día, de estación en es­tación, de año en año, con las tempestades invernales, las primaveras en flor, los ardo­res del verano, las melancolías del otoño. La señora Ramsay muere una noche, ines­peradamente; su hija mayor, Prue, muere poco después, al dar a luz a su primer hijo, y sucumbe también su hermano Andrés, al­canzado por una bomba durante la guerra. Pasan muchos años, y ya nadie llega a la casa abandonada: pero cuando por fin está a punto de ser ahogada por la exuberante vitalidad de la naturaleza, la familia vuel­ve, interrumpiendo la amenaza. Sin embar­go, todo está cambiado; solamente el faro sigue aún allí, inmóvil, en su sitio de siempre, y por fin se podrá llevar a cabo ahora la excursión proyectada tantos años atrás. Sin embargo, para Jaime aquél ya no es el faro de sus sueños y acompaña a su padre con la sensación de doblegarse a una tiranía, con un resentimiento profundo contra el dolor egoísta del que se ha arma­do como de un instinto de conservación. Lily Briscoe, que ha regresado junto a la familia a la vieja casa, sigue con la mirada la barca que va hacia el faro, y vuelve a pensar en su vida y en la de los demás, y especialmente en la muerte de la señora Ramsay, comprendiendo entonces que ella tenía un poder extraordinario: el de resolverlo todo con sencillez y hacer de las co­sas mezquinas de la vida algo completo, ca­paz de sobrevivir como una obra de arte.

Es inútil preguntarse cuál es el significado de la vida, esperar una revelación que pro­bablemente no ha de llegar nunca; existen los pequeños milagros cotidianos, ilumina­ciones, cerillas que se encienden inespera­damente en la obscuridad»; y son los que dan al caos una forma, y estabilidad al eter­no fluir de la vida. Virginia Woolf, partien­do con Mistress Dalloway (v.) de la imita­ción del psicologismo de Joyce, alcanza aquí, instantes de poesía verdaderamente perfecta. [Trad. española de Antonio Marichalar (Buenos Aires, 1938).]

A. Próspero Marchesini

El universo de Virginia Woolf es verosí­mil; es todo lo que pedimos a un artista, y que esta verosimilitud sirva de motivo para obras bellas. (E. Jaloux)