Obra del gran pensador español Ángel Ganivet (1862-1898), escrita durante su estancia en Helsingfors como cónsul de España (1898). En ellas ofrece al lector español una serie de cuadros y observaciones de un país nórdico visto por un meridional. Se diría que Ganivet, en el capítulo I, alude a Pedro Antonio de Alarcón y a sus fantásticas narraciones nórdicas — como El año en Spitzberg, etc. — cuando escribe: «porque la imaginación meridional, reforzada por el desconocimiento no ya meridional, sino universal, que de este rincón del mundo se tiene, concibe a su antojo cuadros boreales». Realmente, en la obra de Ganivet no es tanto el color y la escenografía de un lejano paisaje septentrional lo que se nos ofrece, como una serie de consideraciones acerca de la organización política de Finlandia, el progreso y el amor a la técnica, las costumbres, la condición de las mujeres finlandesas, las diversiones y fiestas, la literatura y el arte, etc. Las Cartas Finlandesas de Ganivet participan de la índole perspectivística, tan frecuente en el género epistolar y en el costumbrismo literario.
Finlandia es — muchas veces — un pretexto para ejercitar una especie de mirada oblicua que si, de hecho está fijada en ese país nórdico, de rechazo y en sus consecuencias está orientada hacia España. Pues en las Cartas Finlandesas de Ganivet, España está siempre presente, vista desde el contraste, desde la observación irónica y desde el amor. El estudio de la organización política de Finlandia lleva a Ganivet a formular agudas opiniones sobre la libertad y el sufragio universal: «La verdad no surge del concurso de muchos hombres, sino del esfuerzo de las inteligencias. Y en España no habrá que molestarse mucho, porque el pueblo, reconociéndose sin inteligencia bastante para intervenir, no vota sino cuando le espolean». A propósito de los nombres de hombres y mujeres en Finlandia, Ganivet levanta una ingeniosa teoría: «Es innegable que los nombres tienen una fisonomía propia, adquirida por el uso, aparte de la que algunos poseen ya por su significación. Don Juan es un conquistador de corazones, don José un señor muy patriarcal y don Pedro un hombre adusto». En el último capítulo la consideración ganivetiana de la muerte personal se acerca a la tan conocida de R. M. Rilke. Las Cartas Finlandesas desbordan el usual límite de lo costumbrista, el fácil colorismo local, para incidir en lo universal y perdurable.
M. Baquero Goyanes