Novela histórica del escritor español Francisco Navarro Villoslada (1818-1895), publicada en 1877. Se trata de una verdadera epopeya de Euscaria, puesta en el momento de unirse, por medio del cristianismo, la raza visigoda con la vasca, frente al poder del Islam. El rey Rodrigo, su favorito Eudon, el magnate godo Ranimiro forman el núcleo de la gran trama novelesca. El amor unió a una vasca legítima, heredera de la jefatura del que podemos titular imperio escaro, con el guerrero Ranimiro. De estos amores, consagrados por oculto matrimonio cristiano — pues ambos eran cristianos —, nació una hija, Amaya, que significa el fin. Una hermana de Lorea, la esposa del tiufado Ranimiro, perteneciente como ella al linaje de Aitor, el fundador del pueblo vasco, no sólo no pertenece a la religión cristiana, sino que persigue a cuantos sabe que la profesan. Amagoya, que tal es el nombre de la vasca pagana, se las ingenia para que su hermana muera aparentemente por mano de su propio esposo, que incendia el castillo en donde la tiene prisionera junto con una hijita recién nacida. Todo el odio vasco se desencadena sobre el duque godo, padre de Amaya, cuya existencia se ve obligado a defender constantemente para librarla de la persecución de la hermana de su madre.
Un mundo de aventuras, de heroicidades bélicas, de arrogancias y desplantes de bravos y de nobles, desfila ante el lector que no se fatiga de su buena lectura. Las profundas y misteriosas raíces del pueblo vasco, sus tremendos avatares, las complicadas galerías de sus relaciones entre ellos y hacia los demás, ponen una nota de sumo interés en la novela. Amaya es un símbolo; en ella, y con ella, se acabará la libertad montaraz del pueblo vasco, pagano y valeroso. Un enemigo terrible, el Islam, avanza; y contra él, como el más prieto racimo de hombres con una sola patria y una sola religión, avanza la resistencia que acabará, por fin, con el imperio de la media luna en nuestro suelo. El cronista Navarro Villoslada sabe diluir el rigor erudito con la más grata fantasía novelesca; allí donde la historia encuentra el tope de lo ignoto, el novelista señala una solución armoniosa y proporcionada.
C. Conde