[Essays or Counsels Civil and Moral]. Colección de 28 ensayos o «consejos políticos y morales» de Francis Bacon (1561-1626), publicados los diez primeros en 1597, aumentados hasta 38 en la edición de 1612 y luego hasta 58 en la edición impresa en Londres. En 1638 se publicó una traducción latina, debida toda o en parte al propio Bacon, con el titulo Sermones fideles sive interiora rerum. Independientemente de su valor específico les Ensayos imprimieron un sello indeleble en la literatura inglesa, en la cual, la tradición ensayista se perpetúa hasta hoy; influyeron por su tendencia a la sencillez que casi se convierte en sequedad, a la frase breve y densa de sentido, a las imágenes escultóricas y raras. Junto a estas dotes estilísticas, se nota en ellos la influencia (casi antitética) de su época de eufuísmo, de poesía «metafísica», imaginativa con cierta tendencia a la extravagancia.
En sus Ensayos Bacon sigue los textos y las tesis autorizadas con cómoda sabiduría, que tiene cuenta de la experiencia de la vida; y por ser él, hombre de mundo ávido de honores y de triunfo social, sus ensayos son «consejos civiles y morales» con un fin utilitario: enseñar a comportarse para medrar en esta vida, y a pesar de su tono elevado y su originalidad verbal, están inspirados en un maquiavelismo inferior sin impulsos generosos, sin dudas ni luchas interiores. Es característico a este respecto el «Ensayo sobre la unidad en la religión». En una época trastornada por violentas luchas religiosas, Bacon no se plantea el problema religioso: acepta servilmente la religión de Estado, condenando genéricamente toda forma de herejía, de fe individual y toda discusión que ahonde en ello. No ve la urgencia ni la utilidad de hacer lo contrario: lo que importa es la paz en la Iglesia, que según Bacon trae la paz de la conciencia. Primer deber, la calma; Dios no es un ideal, sino una blanda cotidianidad.
Bacon muestra los inconvenientes prácticos de la simulación y la disimulación, enumera sus diversos tipos o formas, diciendo cuáles son más o menos culpables. No se percibe en él ni sombra de amor por la verdad, por la rectitud; admite la simulación «en casos importantes y excepcionales» y la censura cuando es habitual, pero esto sólo porque le quita al hombre «los medios principales para obrar, esto es, la confianza» de los demás, y termina aconsejando que sean habitualmente reservados, de manera que puedan fingir cuando no haya más remedio que hacerlo. En cosas menos importantes, se complace en dar consejos de sobriedad y dignidad; así desaprueba los bailes y las mascaradas; no son más que juegos, dice, indignos de gente seria. Pero ya que placen a los príncipes, sean a lo menos elegantes y vivos de color; y así sucesivamente, con sentencias minuciosas pero del todo exteriores. Sólo en su famoso «Ensayo sobre los jardines» Bacon accede a decir: «yo prefiero esto y aquello», en lugar de: «se debe hacer tal y tal cosa».
Este ensayo comienza en un tono solemne e íntimo: «Dios omnipotente antes de todo hizo un jardín, y éste es verdaderamente el más puro entre los placeres humanos…» Después pasa en seguida a indicar las plantas que debe de haber en ellos para que haya siempre perfume en el aire; y como se debe cuadrar y dividir eí jardín. Fuentes sí, pero no pilas que dan asilo a moscas y ranas. Setos bien recortados, pero no árboles podados en forma de conos y cubos. Sobre todo, aire; y que el jardín esté rodeado de terreno aparentemente inculto, pero sin árboles, y con matas de flores selváticas y aquí y allá montículos para darle variedad. Estas observaciones, desde el punto de vista humano, decoroso y burgués, son finas y razonables. En los «Ensayos sobre el matrimonio y el celibato», Bacon observa que esposa e hijos son obstáculo para grandes empresas, tanto en bien como en mal.
Las grandes cosas siempre han sido hechas por solteros: pero, por otra parte, sólo quien tiene hijos piensa en el futuro, mira lejos. En la vida individual, los célibes son excelentes pero no son buenos súbditos, pues no tienen vínculos que los retengan de aventuras. También la castidad es buena cosa; pero las mujeres honradas están demasiado inclinadas a la soberbia. Por lo demás siempre será bueno tener esposa; en la juventud la esposa sirve de amante; más tarde de compañera y en la vejez de enfermera… [Trad. de Arcadio Roda Rivas bajo el título Ensayos de Moral y de política (Madrid, 1870)].
M. Manlio Rossi
Una cosa es cierta: si lo que dice Bacon es verdad, lo que dice Cristo es falso. (Blake)