[Kiddles]. Colección de 95 acertijos anglosajones conservados en el «Codex Exoniensis», probablemente de distintos autores, y transcritos, en su mayor parte, en el siglo VIII.
Los tres primeros, que forman como un cuadro único, se refieren a las más violentas manifestaciones de la naturaleza : el huracán en la tierra, el terremoto y la tempestad en el mar, terminando con versos conclusivos. Los otros tratan de varias materias que se siguen sin ningún orden: el tejo, el ancla, la espada, el arado, el mes, la picaza, la campana, la copa, la cruz, el arpa, la luna, el sol, el agua, la tierra, el cisne, la golondrina, la flauta, la gaita, el telar, el pescado, la ostra, la veleta, el dinero, etc.
Expuesto con delicadeza y gracia es el referente al «cuerno de buey»; interesante el que se refiere al «códice de la Biblia» (XXVII) con la poética descripción de las distintas operaciones necesarias para formarlo, hasta la encuadernación y la miniatura. Los versos finales hacen votos para que la obra pueda divulgar en todas partes la potencia del Señor, protector de las multitudes. También el que se refiere a la «cerveza» y habla de su fabricación es interesante como documento, mientras en los dos de tema bélico, el «arco» (XXIV) y la «catapulta» (LIV), muy cuidados en la composición poética, los instrumentos bélicos parecen dolerse de tener que emplear la violencia, y el segundo deplora los bellos tiempos en que reinaba en el bosque bajo el frondoso follaje. El XLV se refiere a la «polilla» que, a pesar de haberse tragado muchas palabras, no por ello ha llegado a ser más sabia.
Simpático el del «hidromiel» con su alusión a las abejas; fino como un poema corto de Pascoli es el enigma que describe el «junco», que nació solitario junto al agua y que fue transformado más tarde, como por un milagro, en un instrumento que habla o canta, es decir, en pluma y flauta. Junto a éste, hay otro sobre el «cisne» (VIII) delicado como una miniatura. La «luna» y el «sol» (XXX) son seres maravillosos en continua lucha, sobre el techo de los muros del mundo, por el dominio del cielo; el horroroso y cínico «iceberg» (XXXIV) con su risa destructora es al mismo tiempo el hijo y el padre del agua. Muy abstruso e ingenioso es el XLIX, que probablemente se refiere al «brazo», a los «dedos» y a la «pluma» que dejan señales y miniaturas en las páginas.
El enigma más largo es el que se refiere a la «creación del mundo», que se deriva, con alguna que otra equivocada interpretación, del De creatura de Adhelmo (640-709) obispo de Salisbury. También de inspiración religiosa es el siguiente, que trata del «alma», «noble huésped del cuerpo», criado y hermano suyo, y el referente a la «cruz» (LVI) donde alternan los dos conceptos de gloria y de ludibrio. En el principio de la colección se encuentra, en el «Codex Exoniensis», un fragmento lírico que fue considerado durante mucho tiempo como el primero de los acertijos, mientras en realidad se trata de la queja de una mujer que ama a un hombre cuyos enemigos lo tienen alejado de ella (v. Elegías anglosajonas).
Seguramente estos acertijos están inspirados en los latinos de Symphosius, Eusebio, Adhelmo y Tatwine (arzobispo de Canterbury, m. 734), pero tienen un matiz típicamente nórdico en la poesía de la naturaleza, que en los tres primeros constituye un cuadro sugestivo y poderoso, dominado por la violencia arrolladora del viento. El conjunto de estas breves composiciones, evidentemente obra de distintos escritores (puesto que algunas se presentan en una forma sencilla y trivial, mientras que otras son profundas y delicadas), nos ofrece un vivo reflejo de aquellos tiempos, describiéndonos la fabricación de objetos de uso común, las plantas y los animales domésticos, los instrumentos más conocidos y las costumbres más características.
G. Lupi