Diálogo atribuido a Platón (428-27-347 a. de C.), pero seguramente apócrifo. Sus interlocutores son Sócrates y Querefón; se pasean por la orilla del mar en un día sereno de invierno; de improviso un plañidero grito de pájaro cruza el aire. Querefón queda asombrado, porque nunca había oído semejante voz. Es el alción, dice Sócrates; ese animal fue en otros tiempos una mujer, a la que los dioses transformaron por la piedad que suscitó en ellos su inconsolable dolor por la muerte de su marido; y tanta fue la estima que supo inspirarles, que concedieron a los alciones el privilegio de unos días templados y serenos en pleno invierno, para que pudieran hacer sus nidos sobre las olas. Querefón se muestra un poco incrédulo; pero Sócrates le hace observar que los hombres tienen la vista corta para juzgar lo que es posible y lo que no lo es; son como niños frente a la eternidad. ¿No se ven, acaso, innumerables transformaciones, que la razón no alcanza a explicar? ¿Qué de extraño tiene, pues, que los dioses, dotados de mucho mayor poder que los hombres, hayan mudado a una mujer en pájaro? Es más, Sócrates quiere cantar el amor conyugal de esa mujer y amonestar a su mujer y la de Querefón, Santipa y Mirto, contándoles cuánto afecto supo obtener de los dioses. El diálogo que tiene cierta gracia sencilla y pintoresca al comenzar, encierra además una especie de alusión irónica (por lo demás infundada) a la poca fortuna conyugal de Sócrates. En su conjunto, es un cuadrito ligero, sostenido por una dialéctica superficial. [Trad. española de Patricio de Azcárate (Madrid, 1871-72).]
G. Alliney