[Merseburger Zaubersprüche]. Fórmulas mágicas en alemán arcaico, en versos alterativos, transcritas por mano desconocida, no se sabe bien con qué intención, hacia el año 950 sobre una página de un palimpsesto del códice misceláneo n. 58 de la biblioteca capitular de la catedral de Merseburgo (Sajonia). Contiene varios escritos teológicos. Descubiertas en 1841 por el historiador Georg Waitz, fueron publicadas al año siguiente por Jakob Grimm, con una disertación informativa, en el Informe de la Academia de Berlín (actualmente Kleine Schriften, II, p. 1-28). La edición más reciente con facsímil y comentario es la realizada bajo la dirección de Siefgried Berger (Halle, 1939) . Las dos breves composiciones (la primera de cuatro versos, la segunda de nueve), son el único monumento superviviente, en alemania, de la primitiva poesía pagana, la última voz de la fe en la virtud libertadora y curativa de los dioses patrios, dominadores de las arcanas fuerzas que unen en un todo las partes del cosmos, no creado, sino ordenado por ellos, y que lo conservan con vida. Del alma de un prisionero, sobre el cual pesa un destino de muerte, asciende en el primer Zaubersprüch la invocación a las «Idises», las divinas vírgenes guerreras, hijas de Wotan (Odín), a las que ve cernerse, como en el alba de los tiempos («éris»), sobre el campo de batalla, en tres filas: la primera intenta avasallar con ásperos tormentos a los enemigos capturados por sus compañeros, como solían hacer en la guerra las mujeres germánicas; la segunda, se dispone al asalto para frenar el ímpetu del adversario; la tercera, descendiendo con violencia a espaldas del ejército enemigo, desata con manos expertas y ligeras los fuertes nudos y liberta a los prisioneros.
La evocación del acontecimiento prodigioso y la repetición de las palabras libertadoras: «¡Arriba, líbrate de los cepos; arriba, huye del enemigo!», deben de producir cada vez el mismo mágico efecto. El segundo conjuro lo imaginamos recitado por un caballero, en el corazón de la selva milenaria germánica, para curar a su corcel, que se ha dislocado el pie y no puede dar ni un paso. Viéndose perdido en el tenebroso reino de los genios malignos y de los monstruos, el hombre se vuelve al único que puede salvarlo, a Wotan, el infatigable viador de todas las vidas, padre y maestro de toda magia, y para solicitar su intervención, recuerda un episodio del mito, en el que el propio dios se encontró en el mismo apuro. Mientras acompañado de un cortejo de númenes atravesaba un bosque, el corcel de su hijo predilecto, el joven Balder, el dios de la luz, «se dislocó» un pie. El episodio recordado entra tal vez en el ciclo de los signos premonitorios que anuncia la próxima muerte del dios, asediado por los demonios, y el fin del mundo. En vano las diosas más poderosas y más expertas en magia se esfuerzan en conjurar el mal. Sunna, la diosa del sol, con su hermana Sinthgunt, «intercesora de la guerra», Frija (la esposa de Wotan) con su hermana Fola, la Abundancia germánica.
Las fuerzas de la luz y de la vida nada pueden contra las fuerzas de las tinieblas, por cuyo motivo el mismo orden del universo parece amenazado; hasta que por último interviene Wotan y pronuncia su conjuro «de la manera que él sabía conjurar». Las palabras divinas «Hueso con hueso, sangre con sangre, miembro con miembro: como si estuviesen pegados», murmuradas con voz lenta y solemne, imitando el gesto del dios, tendrán esta vez también, el efecto de hacer «fluir la vida en el miembro lesionado, y el hombre y su fiel corcel se salvarán. De las dos partes de que se componen los dos conjuros, según un tipo muy extendido, la narración («spell») y la fórmula mágica («galdar» o «galstar», del verbo «galan», «encantar»), la segunda pertenece al folklore internacional. No sólo por sus temas, sino también por las mismas palabras del texto ha sido posible encontrar exactos paralelismos y coincidencias en las más diversas literaturas paganas y cristianas. Así, por ejemplo, la fórmula del segundo conjuro, además de estar ampliamente difundida en todo el territorio germánico, concuerda casi al pie de la letra con un pasaje del Atharva– Veda (v.) y con un exorcismo cristiano en idioma eslavo, vivo aún hoy día en boca del pueblo. Varía en cambio, de vez en cuando, la primera parte. En época cristiana las figuras de las divinidades paganas fueron sustituidas por las del Redentor y de sus apóstoles y al conjuro ordinariamente le sigue la oración.
La originalidad de los dos conjuros de Merseburgo reside en la orgánica fusión de las dos partes y en la fuerza evocadora de las palabras y de los ritmos, que a pesar de la sequedad expresiva impuesta por el carácter sagrado de la composición, comunican el sentido de misterio y tensión dramática de la espera que culmina en la operación mágica expresada en la fórmula final: testimonio elocuente de una fe aún viva en los corazones. De los distintos problemas interpretativos referentes al texto de los Merserburger Zaubersprüche uno hay que ha quedado sin resolver: la identidad del misterioso Phol que aparece como compañero de Wotan al principio del segundo conjuro. Grimm lo identificó con Balder, que aparece en el segundo verso, consultando acerca del culto del dios, del cual faltan testimonios seguros en la tradición germánica, a la toponimia (Pholesbrunnen, Pholesau). Otros, haciendo derivar los conjuros alemanes de modelos latinos, paganos o cristianos, pensaron en Apolo o incluso en San Pablo; otros aún, vieron en ello un simple apelativo: «pol», «fuerza», o «pol», «potro o corcel». Sea lo que fuere, parece cierto que el nombre debe de leerse Fol, y no Pol, porque solamente así se obtiene la aliteración («Fol»: «fuorun») requerida por el verso.
C. Grünanger