[Epigrammata]. Son quince libros, que constan de unos 1.200 epigramas, compuestos por Marco Valerio Marcial (38/51-102/104) y ordenados cronológicamente. En el año 80, cuando Tito inauguró el anfiteatro Flavio, Marcial dedicó al príncipe un libro de epigramas, Los espectáculos [Líber de spectaculis], último de la compilación.
En el 84 apareció una nueva serie de epigramas inspirados en las Saturnales, Los dones de hospitalidad [Xenia], Los regalos de la mesa [Apophoreta], que constituyen los libros XIII y XIV de la colección. Del 86 al 96 aparecieron los primeros doce libros de epigramas. En 96 murió Domiciano; para adular a su sucesor, Nerva, a quien el undécimo libro, demasiado lascivo, no podía gustar, Marcial publicó en el año 102 el duodécimo, último en el orden del tiempo. Poco después el poeta murió. Poeta mendicante, parásito y holgazán, observador de la vida, con sus epigramas Marcial pedía a los grandes protectores subvenciones para no morirse de hambre. Le gustaron las moradas señoriales, pero las frecuentó sin recatar su ignorancia de las leyes de la buena educación, fingiendo olvidar las normas del gran mundo y proclamándose rústico y zafio.
No conoció el hechizo del bello sexo, ni amó a otras mujeres que a las cortesanas; pero no se alabó de ello, sino que lo lamentó porque redundaba en menoscabo de su arte. Admirador de Virgilio, sentía que el espíritu épico no debía confundirse con las ridiculas imitaciones, vanos e inútiles ejercicios literarios. A los antiguos poetas prefirió los de la época de Augusto, que le parecían más vivos y humanos. El humorismo triste, la melancolía romántica, la burla y la caricatura son sus notas personales. Su búsqueda es como una renovación de la de Diógenes, ávido de descubrir verdaderas criaturas humanas, y sin hallar otra cosa que seres miserables y viles: avaros, disolutos, tramposos. Se le acusa de haber sido un poeta cortesano, adulador sucesivamente de Tito, Domiciano y Nerva. Pero, por otro lado, nunca quiso erigirse en juez del prójimo ni se consideró a sí mismo como libre de culpa.
La misión satírica, con fundamento moral, del corrector de costumbres, no es sentida por él, que no pidió a su sociedad otra cosa más que temas inagotables de risa y escarnio. El parásito de las mesas señoriles es una anticipación del juglar. [Existe una recopilación de todas las traducciones clásicas en verso de los Epigramas de Marcial, completadas con otras nuevas, de Víctor Suárez Capalleja (Madrid, 1890), que conserva en el original latino los poemas más audaces del gran satírico latino. Por el contrario existe una versión exclusiva de estos últimos traducidos en prosa por M.. Romero Martínez bajo el título de Epigramas eróticos (Valencia, 1910). Existe además una versión de los Xenia y Apophoreta debida a Casto Vilar García (Sevilla, 1900). Extremadamente incorrecta e infiel es la versión castellana en prosa de José A. Insúa, traducida probablemente del francés y publicada bajo el título de Obras completas (París, s. a.). La primera traducción íntegra, literal y directa de los Epigramas de Marcial es la versión catalana de Miguel Dole (Barcelona, 1949-51)).
F. Della Corte
Era un hombre ingenioso, agudo y punzante, en cuyo modo de escribir había mucha sal, mucha hiel y no menos sinceridad. (Plinio el Joven)
Su mérito me parece residir no en el espíritu, sino en la sucesión rápida de las imágenes vivas. Lo quisiera menos impúdico. Es sin duda un escritor hábil y seductor. Algunas veces llega a la altura de Aristófanes. (Macaulay)
Los Epigramas de Marcial son diamantes bien tallados. (Schanz)
Los doce libros de los epigramas son una colección de estatuillas (no todas aptas para ser expuestas ante todos los ojos) que representan el mundo romano con una gracia y una vivacidad extraordinarias. (Pascoli)
El epigrama de Marcial, a pesar de la multiplicidad de sus motivos líricos, sigue siendo un modelo insuperable de composición poética breve, aguda, rápida, que tiene al final aliquid luminis, que empieza con una presentación y acaba con una estocada. (C. Marchesi)