Los diálogos de Cristóbal de Castillejo (1490-1550) forman parte de las Obras (Madrid, 1573) de este autor, que fue irreductible enemigo de la introducción de la métrica italiana en España; están escritos en versos tradicionales breves, no privados de gracia y de agilidad. Los sentimientos del autor, clérigo moralmente no demasiado rígido consigo mismo, se revelan en algunos diálogos, como en el «Diálogo y discurso de la vida de Corte», en el que los dos estados de ánimo del poeta, al entrar en ella joven y al encontrarse ahora viejo, desilusionado y mísero, están personificados en Lucrecio y en Prudencio: tenemos la condena de la vida de la corte, cuyas bajezas y miserias materiales señala, con un tono sincero de experiencia personal; mientras en el «Diálogo entre la Verdad y la Lisonja» se intenta la exposición en poesía de los conceptos morales y de sus respectivas influencias sobre los hombres.
Más que las sencillas palabras de la Verdad, son notables las de la Adulación, que procura justificarse. El efecto artístico está mejor logrado en el «Diálogo entre la Memoria y el Olvido», en el que se discute la superioridad de éste. Si la Memoria puede vanagloriarse de celebrar el nombre de los grandes hombres y de los grandes acontecimientos del presente y del pasado y de perpetuar la brevedad de la vida- con el recuerdo glorioso, no puede sin embargo borrar el recuerdo de los hombres y las cosas manchadas con la infamia; en tanto, el Olvido tiene razón y es más grato, porque, si bien es cierto que nos hace olvidar algunas horas felices, es sobre todo capaz de aplacar nuestros dolores y nuestras miserias, dando así al hombre, que de ordinario suele tener más males que bienes, la paz suspirada.
También confesión autobiográfica es el «Diálogo entre el autor y su pluma» en el que uno y otra se echan en cara los errores por culpa de los cuales, en los umbrales de la vejez, no ha sido alcanzada todavía la fortuna. El poeta se lamenta de la injusticia de su destino y del poco éxito que sus fatigas continuas le han proporcionado, y la pluma responde, que deberá haber seguido los ejemplos de los que por lucro envilecen sus artes. Por fin, el Dialogo que habla de las condiciones de las mujeres» escrito en 1546, es una fuerte sátira contra las mujeres «jóvenes, monjas, viudas, solteras», etc. En él figuran Alejo y Fileno: éste trata de disculparse de las graves acusaciones del otro, que a veces revela la experiencia del autor. En todos los diálogos, se nota la desilusión del hombre en lucha con la miseria moral y material, desilusión vivificada por un realismo a veces impúdico.
E. Lunardi
Enc. Montaner.