| Para huir de la peste que hace estragos en Florencia, siete mujeres y tres jóvenes deciden buscar refugio en una mansión apartada de la ciudad. A lo largo de diez jornadas se cuentan historias a razón de diez por día, y cada uno de ellos es nombrado, por turno, rey de una jornada. Los nombres de los miembros del grupo son emblemáticos: así Pánfilo, el amante afortunado; Filostra- to, desdichado y sufrido en amores; Dioneo, el lascivo; Pampinea, opulenta y feliz amante; Filomena, la ardiente; Elissa, la adolescente que ama sin ser correspondida; Neifile, también ella muy joven, alegre y sensual; Emilia, absorta en sí misma; Lauretta, la celosa; Fiammetta, que goza de su amor. El tema de los cuentos es libre en la primera y en la novena jornada, pero en las restantes se desarrolla un argumento obligado.
Tan sólo, Dioneo es libre, por lo general, de apartarse un poco del tema. Cada jornada concluye, para rubricar la concordia del grupo, con danzas y una canción. Después del premio, que está dedicado al público femenino, y de una descripción introductoria de la peste que asóla Florencia, la obra comienza con la Primera jornada, de la cual es reina Pampinea, y en la que cada uno cuenta lo que más le agrada. Celebérrimos, entre los demás, son el cuento sobre Ser Cepparello, apodado Ciappelletto, hombre de mal vivir y aun de peores sentimientos, que consigue, con una falsa confesión hecha al borde de la muerte, ser tenido por santo; el del judío Abraham, que viendo la corrupción de la Curia romana, se convierte al cristianismo, porque éste, a pesar de sus pésimos ministros, sigue más luminoso que nunca; y aquel otro de Guglielmo Bor- siere, que zahiere con graciosas palabras la avaricia de Er- minio de’ Grimaldi.
La Segunda jornada tiene por reina a Filomena, y el tema es el de las aventuras con desenlace feliz. Casi todos estos cuentos son novelescos, y tienen como telón de fondo las distintas naciones de Europa, o el Oriente. Muy famosa es la historia de Andreuccio da Perugia, que habiendo ido a Nápoles a comprar caballos, se ve envuelto en fantásticas desventuras para luego salir muy airoso de ellas. Más fabulosos son los avatares de Madonna Beri- tola, que de gran dama pasa a acabar buscando refugio en los bosques selváticos, pierde a sus dos hijos y vuelve a encontrarlos después del modo más inesperado: y los de Alatiel, hija del sultán de Babilonia, que anda errante por espacio de cuatro años y cae en manos de numerosos hombres, antes de unirse en matrimonio a su prometido pasando por «doncella». Famosa es asimismo la historia de Gualtieri, conde de Anguersa (Amberes), mandado al exilio por una falsa acusación.
En la Tercera jornada, bajo el reinado de Neifile, se razona sobre quién logra obtener una cosa largo tiempo deseada y, en caso de perderla, la encuentra de nuevo. Entre los protagonistas se cuentan Massetto da Lamporec- chio, que se finge mudo y hace de hortelano en un monasterio de fogosas monjas, con los resultados que cabe prever; el astuto palafrenero que osa yacer con Teodo- linda, la esposa del rey Agilulfo, y consigue que el rey no lo reconozca; el fraile Felice, que encuentra la manera de retozar largamente con la mujer del devoto Puccio; y Giletta de Narbona, que se ve rechazada por Beltrán de Rosellón, a quien ha sido dada por mujer por el rey de Francia, y que luego consigue, de incógnito, hacer que se enamore de ella.
En la Cuarta jornada reina Filostrato, y en ella se trata de los amores infelices (previamente Boccaccio introduce una polémica en defensa de la obra contra sus detractores, cerrada por una pequeña narración con valor de parábola). En ella se nos habla de Tancredi, príncipe de Sa- lerno, que manda a su hija el corazón de su amante; de fray Alberto que, para conquistar a una mujer, se finge el ángel Gabriel y acto seguido es desenmascarado; de Isabetta, que pone en un tiesto de albahaca la cabeza del amante que le han asesinado sus hermanos, y muere de dolor cuando éstos le quitan el tiesto; y del cruel Guillermo de Rosellón, que da de comer a su ignorante esposa el corazón de su amante, Guglielmo Guardastagno, al que él ha dado muerte.
En la Quinta jornada, bajo el reinado de Fiammetta, se razona sobre la felicidad alcanzada por algunos amantes después de desventuras o sucesos extraordinarios. Tal es el caso de Gostanza, que consigue reunirse con su amado Martuccio Gomito sólo después de viajes y aventuras valerosamente afrontados; de Pietro Boccamazza, que encuentra de nuevo a Agnolella después de haber sido separado de ella por unos ladrones; de Ricciardo Menardi, que es sorprendido por Lizio da Valbona en el lecho con su hija y perdonado; de Nastagio degli Onesti, que conquista el amor de una bella indiferente tras mostrarle la ruina de una mujer condenada para toda la eternidad a ser perseguida y alcanzada por el vengativo caballero al que había rechazado; y de Federico degli Alberighi, el cual ama calladamente a una dama que es conquistada por su entrega incondicional.
En la Sexta jornada reina Elissa, y en ella se discurre sobre quiénes con palabras ingeniosas se salvaron de una situación embarazosa, o con la prontitud de una respuesta esquivaron daño, peligro o escarnio. Son sus «héroes» el gracioso panadero Cisti; el cocinero Chichibio, que cambia la cólera de su amo Gianfigliazzo en risa; Guido Cavalcanti, que injuria con elegancia a sus villanos conciudadanos; fray Cipolla, que pretendiendo mostrar a unos campesinos una pluma, haciéndola pasar como proveniente de las alas del ángel Gabriel, encuentra en lugar de ella unos carbones, pero sale airoso diciendo que provienen de la parrilla en la que asaron a San Lorenzo.
La Séptima jornada, bajo el reinado de Dioneo, trata de los engaños hechos por las mujeres a sus maridos, ya sea por amor o, para su propia salvaguarda. Entre ellos figuran la célebre burla jugada a Gianni Lotteringhi, a quien su mujer induce a creer que el amante que llama a la puerta es un fantasma; la hecha a Tofano, quien teme que su infiel mujer se haya arrojado al pozo y se encuentra encerrado fuera de casa como un borracho; o la de Lidia, la cual ama a Pirro y le hace creer a su marido Nicostrato todo cuanto quiere.
En la Octava jornada reina Lauretta, y se tratan en ella todo tipo de burlas. Aquí se encuentran célebres burlados y burladores: el necio Calandrino, a quien Bruno y Buffalmacco mandan en busca del heliotropo verde que vuelve invisible; el cura de Varlungo, que rivaliza en astucia con su rústica amante Monna Belcolore, y el maestro Simone, médico y aficionado a la magia, que es hábilmente burlado por Bruno y Buffalmacco.
En la Novena jornada, bajo el reinado de Emilia, discurre cada uno sobre lo que más le gusta. El tono de todos estos cuentos es jocoso: aparece de nuevo —burlado por el maestro Simone, instigado a su vez por Bruno y Buffalmacco— Calandrino, a quien le es hecho creer que está preñado. Son dignos de ser recordados, entre otros, don Gianni, que, a instancias del compadre Pietro, quiere hacer un encantamiento para transformar a su mujer en yegua, y Cecco di Fortarrigo que, no contento con jugarse el dinero de Cecco Angiolieri, lo hace pasar por ladrón y atrapar por unos campesinos.
En la Décima jomada, bajo el reinado de Pánfilo, habla cada uno de quién obró liberal y magnánimamente en asuntos de amor o de otro género. Destacan los personajes de Ghino di Tacco, el bandido noble que apresa al abad de Cligni (Cluny), lo cura de su mal de estómago y se gana su protección; de Nathan, que se convierte por cortesía y generosidad en amigo de quien buscaba su muerte; del rey Pedro de Aragón, que consuela a Lisa, enamorada de él, sin por ello aprovecharse de ella; de mi- cer Torello di Pavia, que acoge con tanta gentileza a Saladino, que viaja disfrazado, como para ser posteriormente recompensado fabulosamente cuando, convertido en un cruzado, es hecho prisionero por él; y, finalmente, de la paciente y dulcísima Griselda, que supera con su amor todas las pruebas a las que la somete el marqués de Saluzzo, su esposo.