Los Cuatro Talismanes, Charles Nodier

[Les quatre talismans]. Cuento fantástico de Charles Nodier (1783-1844), aparecido en 1838, claramente inspirado en Las mil y una no­ches (v.). Un viejo riquísimo, llamado en Damasco «El Bienhechor», acoge una tarde como huéspedes en su mesa a tres viejos hermanos mendigos: Duban, Mahud y Piruz, y se hace contar sus vidas.

El primero («His­toria de Duban el Rico») cuenta que fue abandonado, siendo muchacho, en un bos­que, con sus tres hermanos, por el odio de su madrastra. Sus gritos desesperados rom­pieron el encanto de un Genio de la mon­taña que estaba desde hacía mucho tiempo prisionero, y él les compensa, dándoles tres amuletos mágicos, que darán al protago­nista Durban el poder de descubrir teso­ros; a su hermano Mahud, la facultad de ser amado por todas las mujeres del mundo; y al tercero, Piruz, el don de la ciencia. El cuarto hermano, el menor, que se quedó dormido en el bosque, fue abandonado por los otros tres, que estaban ansiosos de sus dones. Pero las improvisadas riquezas ex­pusieron a Durban a toda suerte de des­dichas, hasta que, perdido su amuleto, des­pués de treinta años de prisión, se quedó reducido a la mendicidad.

También para el segundo («Historia de Mahud, el Seduc­tor») el don resultó funesto: cuantas mu­jeres lo ven, le persiguen de mil maneras, provocando la ira y las venganzas de los hombres. Habiendo tratado de conquistar a la princesa Zonaib, en China, y descubierto por el príncipe gracias a la traición de una camarera de aspecto horrible y locamente enamorada de él, se vio obligado a vivir durante treinta años prisionero de esta feroz medianera; hasta que, por fortuna, liberándolo del talismán, le hizo perder su peli­grosa prerrogativa.

No puede decirse que fuera más afortunado el tercer hermano («Historia de Piruz, el Sabio»). Su ciencia era la medicina, y las cosas parecían mar­char al principio mejor para él que para los otros dos: pero su habilidad unió en to­dos los países contra él la enemistad de todos los médicos, que se conjuraron para perderle. En Egipto, al fin, para salvarse de una muerte horrible, dio a un gran mé­dico su amuleto (el cual, sin embargo, lo mismo que los de sus hermanos, perdía todo poder separado de su persona, y esto expli­ca por qué los médicos de Egipto se creen desde entonces más sabios que los demás, sin valer en realidad más que sus colegas de otros países).

Se revela, por fin, y con esto acaba el cuento, quién es el cuarto hermano, Ebid el Bienhechor (esto es, el propio huésped), el cual, habiendo recibido solamente del genio un saco de herramientas para trabajar, debe a su habilidad y a su laboriosidad la inmensa fortuna de la que sabe hacer tan buen uso. El cuento, con es­tilo de garbosa sencillez, se presta natural­mente a una cantidad de maliciosas y sa­tíricas observaciones. Charles Nodier se ins­piró en la serie de cuentos moralistas del siglo XVIII, renovándolos con aguda fan­tasía, ornada de agradables invenciones al uso romántico.

M. Bonfantini

Mezcla animada de Gabriel Naudé y de Cazotte, un poco teñido de Rene y de Obermann, representa cumplidamente en Fran­cia una tentativa de organización conjunta de Lewis, de Byron y de Hoffmann. (Sainte-Beuve)